miércoles, 4 de mayo de 2016

San Isidro



-Buenos días, saluda la señora  maestra.
-Buenos días tenga usted. Cómo se nota que ya va apuntando mayo. Ahora iré pa`llá a pedir agua, que ya anda la pobre gente regando. Dice el viejo a modo de saludo que, sentado en el poyo de su puerta, toma el sol con las manos cruzadas encima de la cayada.

A primeros de mayo y hasta la víspera del día del santo, los niños de la escuela, a eso de las doce, salen en procesión acompañados de sus maestros, en filas de a dos, niños en un lado y niñas en otro. Caminan en silencio obligado camino de la Iglesia. En voz muy baja y a escondidas del maestro, se van contando unos a otros la primera vez que vieron al santo, cuando un día sus padres los llevaron a misa y le enseñaron la Iglesia y el altar de San Isidro y allí, delante de los bueyes, los auparon para que los vieran mejor.

De todos los santos expuestos en la Iglesia es San Isidro el que más le llama la atención desde chiquitines porque este santo tiene dos bueyes enganchados a un arado y guiados por un Ángel. Y ellos, en su corta vida, conocen lo que sus mayores les han ido contando; que en sus tiempos mozos trabajaron el campo con bueyes, pero que de pocos años aquí; las mulas, los burros y algún que otro caballo y yeguas habían ido reemplazando a los bueyes y en todo el pueblo ya no quedaba de muestra ni una yunta. Decían que, con el cambio, hubo como una pequeña revolución porque unos estaban a favor y otros en contra, porque los bueyes eran lentos de movimiento y marcha, en comparación con las mulas, pero que también eran unos buenazos. El murmullo infantil va subiendo de tono y los maestros, de nuevo, a poner orden en las filas.

Hoy es el primer día de rogativas y, por la mañana temprano, antes de salir al campo, las madres, entre otras tareas, han dejado preparado el velo de las niñas, junto al cabás, para que no se les olvide llevarlo a la escuela.

Los padres también se han ido al campo todavía más temprano,  las madres salen un poco más tarde, cuando dejen aviada la casa, y alguna que otra tarea doméstica. Padres y madres se van al campo, tranquilos, porque los niños están recogidos en la escuela y, algo aprenderán. Las madres vuelven a casa a tiempo de preparar la comida antes de que los niños lleguen de la escuela, pero no faltan esos niños que tienen que comer solos o en casa de los abuelos porque, sus padres, tienen las  fincas muy lejos del pueblo y no les compensa ir a casa al medio día, y dejan la comida hecha y le dicen a la vecina, que le eche un ojo a los chiquillos. 
Los padres les han dicho que pidan agua a San Isidro, que este año hace mucha falta que llueva en mayo para que haya buenas cosechas, que es lo que se pide al santo, este santo que es el patrón de los labradores y que, conocido es el milagro de haber hecho que sus bueyes araran solos mientras él rezaba aunque hay quien cuenta que el que guiaba el arado era un Ángel, pero que sabido es por todos, que San Isidro con su vara de labranza tocó un peñasco y empezó a brotar agua.

Y con estas creencias los niños acuden a las rogativas de San Isidro, entusiasmados, porque van a hacer algo por sus padres, por sus campos, algo que los padres no pueden hacer por tener que ir a trabajar. Los niños de la escuela son casi el único publico, junto con el señor cura, y las personas muy mayores que van a las rogativas, ya que la gente en edad de trabajar, como dice la señora maestra, están todos en los campos.

Y la chiquillería va más que feliz repitiendo en letanía el Ora Pro Nobis  en latín de las peticiones que hace, en voz alta, el señor cura, luego coge el hisopo del Agua Bendita y la esparce por los campos mojando aquí y allí todos los caminos del pueblo que salen a los campos, un día por el norte, otra mañana al este, otra al sur, otra al oeste y en dos semanas quedan todos los campos bendecidos en presencia del santo, de los bueyes, del arado, del ángel, de la vara. Con la esperanza puesta en esa imagen, en esa figura que los niños han visto a la izquierda del altar mayor  y que, en las rogativas, es llevada en andas por cuatro hombres de la cofradía de San Isidro labrador.

Por cualquiera de los caminos el campo está ralo hasta de flores. La sequía ha ido haciendo mella, aunque no ha podido con el olor a tomillo, a rosas, a lilas y saúco, ni tampoco con que el vuelo de las mariposas se expanda por el aire, solo que no luce tan esplendoroso como en otras primaveras. Pero lloverá seguro, para eso están yendo a las rogativas.

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