... éramos tan pequeños que la mayoría no habíamos sido conscientes de lo que era perder a una persona de nuestro entorno.
en los días en que se llevó a cabo la apertura de tumbas y el traslado de restos al cementerio actual guardamos un recuerdo que está muy presente. mucha gente fue al cementerio a presenciar el levantamiento de sepulturas de sus seres queridos,
y cierto era, aunque los niños no lo supiéramos, que todos, absolutamente todos, teníamos familiares enterrados allí.y allí estábamos los niños con nuestras madres, abuelas, tías, primos, vecinas, y los enterradores haciendo de desenterradores, a reconocer cadáveres y lápidas que, el tiempo había borrado y que solamente la familia podría identificar.
recuerdo el camposanto lleno de gente yendo y viniendo por los estrechos pasillos marcados en el suelo, repleto de tumbas abiertas y de ataúdes abiertos, de esqueletos vestidos de harapos y algunos con los zapatos intactos.
y aquella caja de madera de color blanco que contenía una niñita con vestido de cuadros, calcetines blancos y zapatitos de charol negros abrochados en el empeine con una trabilla.
y, al lado,el ataúd abierto de un esqueleto grandón, mirar, dijo alguien, el que murió de la peste. la gente empezó a echarse atrás, a taparse la boca y la nariz con una mano, y con la otra nos cogían a los niños y nos sacaban de allí corriendo, diciéndonos, a voces, que nos tapáramos la boca y la nariz, como ellos.
nos llevaron a casa, nos cambiaron de ropa y nos frotaron el cuerpo con alcohol. y ya, en los días que duró el traslado, los mayores no nos dejaron volver al cementerio.
por entonces, los niños no entendimos aquel miedo.
por entonces, la vida debió detenerse y también el futuro se intuiría incierto.
y llegó la primavera de 2020 presidida por la pandemia Covid-19 que lo ocupó todo y entendimos aquel miedo de antaño, aquel pánico que se apoderó de nuestros mayores en el cementerio viejo. y también que ahora no estamos sufriendo nada por lo que otros antes ya pasaran ...
_ Isa_
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