sábado, 13 de diciembre de 2014

Armando el Belén con tijeras y papel



Empezaba la Navidad cuando en los comercios ya se veían los higos secos, esos que vendían, a granel, envasados en cajas de madera protegidos con un relleno de virutas o papelines de plexiglás.
Como quiera que pasado mañana iba a ser el Sorteo de la Lotería Nacional. Los niños del pueblo habían empezado la recogida de musgo para adornar el suelo de los Nacimientos de las escuelas y de los que se ponían en las casas.
Migue se abrigó un poco más para subir al sobrau, allí, en una caja de zapatos, guardaba, desde el año pasado, una bolsita de serrín, para marcar los senderos, unos trozos de espejo para simular ríos y lagos y las figuras de papel del Belén recortable. Habían estado durmiendo-que decía Migue- un año entero.  El niño subió tan  animoso la escalera recordando el día que le regalaron a las madres aquellas revistas de hogar (la revista de  ama) donde venía   el comic de Amuca  y  el Belén recortable.  Este año tocaba hacer el primer Nacimiento en casa de Migue, otro año tocaba  en casa de Mey, y al otro,  donde las hermanas Blanca y Corina, era el orden que llevaban, ayudándose entre los cuatro niños a preparar los belenes.
-¡Migueee! (sube el nombre del niño hasta el sobrau) ¿sabes dónde está la caja, hijo?  Si no puedes alcanzarla dame una voz.  Y baja en seguida, no me revuelvas por ahí- grita su madre.
Pero el niño se entretiene entre todas las cajas y todas las cosas que hay sobre el vasal viejo.  La caja de los botones, la de las postales, la de recortes de periódico, tarjetas viejas y fotos antiguas.  Todo guardado en esas  cajas metálicas donde llega, desde Andalucía, hasta los comercios del pueblo, el dulce de membrillo "Puente Genil" Una a una, Migue va dando un repaso a todas las cajas del membrillo, está feliz curioseándolas.
-¡Vamos hijo!
-Que ya voy. Sí, ya sé, está en el vasal viejo.  Ya pongo un taburete, ya la veo madre
El niño destapa la caja y, ¡oh tragedia! el interior está cubierto de migas de papel.
-¡Los ratones, madreee han sido los ratones, lo han roído los ratones! ¿Y las ratoneras, y los gatos, y el queso y el tocino de las trampas? ¡Y ahora qué! Madree ¿ahora qué...?- vocea Migue desde el sobrau. 
El niño coge la cajita del Belén y, en un vuelo, baja la escalera y le muestra  a su madre aquel desaguisado. El paquetito de serrín también está esparcido por la caja entre el papel roído, lo único que ha quedado "sano" han sido los trocitos de espejo.  A Migue le falta llorar, está enfadado con los ratones, con el gato amarillo, con las ratoneras, esas trampas caza ratones.  No hay consuelo para él, aunque la madre intenta que se calme, y le va explicando, que con aquello  ya no hay remedio.  Ahora tienen que hacer uno nuevo, calcándolo del Nacimiento de Mey o de el de Blanca y Corina, Le explica que, en casa, hay calcares (papel de calco) y tienen las pinturas de la escuela para colorear, y que entre todos tendrá su Nacimiento nuevo en menos de un periquete.  Que lo único que necesitan del comercio es ir a  comprar unos pliegos de papel de barba.  Y Migue consigue calmarse y ya va corriendo a contar a las tres niñas lo ocurrido con sus figuritas del Belen y a pedirle que vayan con él al comercio a comprar unos pliegos de papel de barba.  A Mey, Blanca y Corina , la noticia las pone tristes, pero solo unos instantes, ya hay solución y las niñas se ofrecen encantadas a ayudar a calcar, a recortar y a colorear.
La madre de Migue ha preparado un buen brasero a la mesa camilla y ha puesto a tostar unas almendras a la lumbre.  Del vasal de la despensa coge un larguero y el cucurucho de higos secos que compró anteayer para las fiestas.  Ha sacado las panderetas infantiles y las ha puesto a esperar  en la cornisa. Al cabo de un rato, llegan los niños con el papel de barba, y llegan también las madres armadas de tijeras, pinturas, lapiceros, papel de estraza y más calcares, por si hicieran falta.  Se sientan todos a la camilla mientras la cocina se va impregnando del olor de las almendras tostadas.  y del perfume que desprende la chocolatera reposando al humor de la lumbre.
-Está nevando- anuncia Blanca. ¡Es la Navidad! repite Blanca ¡es la Navidad!-A Belén pastores, a Belén chiquitos, que ha nacido el Rey de los angelitos... -se unen todos al villancico de Blanca.
Los copos clarean el hueco de la ventana de la cocina, mientras fuera, empieza a caer la noche antes de tiempo.  La nevada arrecia. Las tapias, el suelo y los tejados se van tiñendo de blanco.  Por los alrededores del pueblo el día va llegando a su fin, y todos los caminos del campo devuelven a los hombres a sus casas.
Máma, máma!, ¡quiero salir a la calle, quiero ver la nieve!- suplica la niña.  Para Blanca serán las primeras nieves que guardará en su memoria, es tan pequeña...
Las madres abrigan a los niños y les advierten que solo un ratito, en cuanto que se haga la noche, para casa.
- Nada más que sea de noche-protesta Migue-, si no falta nada.
-Pues eso- dicen sus madres- si no no salís, ¡vamos hombre!
Y Blanca se queda extasiada contemplando las alturas, la nieve le cae en la cara, pero ella parece no darse cuenta ni de lo fría que está. La retira de sus ojos con las manitas enguantadas y sigue mirando al cielo.
 -¡Es la Navidad! -vocea la niña entusiasmada.
Y corre en círculos con los brazos abiertos pisando el manto blanco que  cubre el suelo, de repente se para, extiende los faldones de su abrigo, quiere recoger todos  los copos que caen, mientras Corina, Mey y Migue siguen los recorridos de Blanca para no perderla de vista.  Ellos juegan a batallas de bolas, ninguno de los tres se atreve a tirarle una bola de nieve a la niña, es tan pequeña...
Blanca se para a contemplar las bombillas del alumbrado público que opacan su resplandor amarillo por el color blanco  de los copos, sí, esos copos  que, al trasluz,  parecen  papelines-blancos, o mariposas blancas,  que revolotean alrededor de la luz, y las bombillas ya no parecen bombillas, parecen esas bolas de cristal transparente,  que se agitan  y no paran de nevar.
Y, ya es la hora, ya tienen que entrar en casa, a recortar, pintar y colocar el Belén nuevo de Migue.  Se quitan los abrigos, se calientan  a la lumbre y se sientan todos a la mesa camilla.  Blanca no para de hablar y contar todo lo que ha descubierto en la calle nevada.
-Era la Navidad- sigue diciendo la niña- Ande, ande anda, la marimorena...
-Eso, vamos a cantar villancicos y a contar cosas de la Navidad- dicen las niñas
-O mejor-dice Migue- que nos cuenten las madres eso del "Duende de Zaragoza" y el cuento del "Zamparrón"  Ya sabemos lo de la Navidad, del Niño que nació en un pesebre entre la mula y el buey y que allí se paró la estrella de Oriente que guiaba a los Reyes Magos, todo eso ya nos lo cuentan en la escuela.
Pero las tres niñas ponen el grito en el cielo, diciendo que los únicos cuentos que "pegan" mientras hacen el Belén son los cuentos y leyendas de la Navidad, y Migue, se aviene a buenas con ellas y a regañadientes se hace el conforme, conque el "Duendede Zaragoza"  y "El Zamparrón" queden para ser contados otro día.
¡Qué bien, qué bien lo estamos pasando!
-Pero mira cómo beben los peces en el río..., pero mira cómo beben, por ver a Dios nacido...
Campana sobre campana..., y sobre campana uuunaaa.
-¡Venga, contar los cuentos!
 Las madres logran un poco de silencio entre los pequeños y empiezan a narrar, por turnos, aquellas cosas, que, cuando ellas eran niñas, les contaran sus padres, aquello tan bonito de "los dos hermanitos huérfanos" que le pedían a la Navidad -que vuelva nuestra madre- y eso otro de "la Virgen de azúcar..."
 Los padres llegan a tiempo de oír las historias, de recodarlas. Han llegado del campo algo cansados y con el  frío del camino todavía en el cuerpo.  Pronto, el calor de la lumbre y del brasero, el chocolate y los higos secos rellenos de almendras tostadas, hacen que entren en calor y que se enciendan más los ánimos.  Recogen de la cornisa las pequeñas panderetas de juguete y tocan y cantan, todos cantan:
 
Belén campanas de Belén...
Pero mira cómo beben los peces en el río...

-Y pensar que podíamos habernos perdido una tarde así si los ratones no hubieran roído el Belén ¡vivan los ratones!  ¡vivan!   Exclama  Migue lleno de alegría y contento.
-¡Vivan! -repiten todos.

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