miércoles, 13 de enero de 2016

El caso de la viga-culebra (4ª parte




-Mira, zascandil -dice María la sabionda- a usté a la mierda con la viga y la culebra, que nos tenéis a la Vito y a mí hasta el moño con vuestros paseos... Vito, di tú algo, no voy a decirlo yo todo...

Habla Vito la salpimienta, la llaman así por tener un color de pelo entre el color de la sal y la pimienta negra, o para entenderlo mejor de pelo entrecano

-¡Válgame el Señor... Dios Todopoderoso...! Pasmadas nos habéis dejado, os habréis quedado a gusto digo yo-acierta a decir Vito

-Buenas noches, dicen a la par María y Vito.

-Buenas noches tengan ustedes -dice con vehemencia el señor alcalde que lleva unos minutos plantado en el comedor sin que reparen en él, en su mujer y en Gabriel y Gervasio- Todos a mí casa, digo que nos vamos todos, Gervasio y Gabriel también. 

Pero María quiere que vayan todos a la suya porque en la de Vito ya han estado, y Vito que pa qué va a ir a ninguna casa si ya están en la suya que por qué han de andar pa ca y pa lla. La señora alcaldesa replica que ni en casa de una ni en casa de la otra, ni  mucho menos en la de Gervasio ni en la de Gabriel que solo han sido testigos del caso un ratico sino que se reunirán todos en la casa del alcalde como ha dejado bien claro el susodicho y que ya está decidido porque su marido lo ha ordenado así y sanseacabó, pero que, por Dios, que le rellenen de aceite el par de faroles y se lleven ellos otros dos porque la noche está de umbra y penumbra y la noche está invisible. y yo, yo estoy muertecita de miedo con las apariciones y la viga, la culebra, o la viga-culebra..., y si se nos apagan los faroles de camino a casa, a mí me me va a dar algo... Ay, Dios, ay Dios mío- susurra la señora alcaldesa, con una voz temblona mientras le castañetean los dientes y se le saltan hasta las lágrimas.

-Señora, en cuantico que levante la niebla mañana, salimos Gervasio y yo a cazarla, a cazar la trola digo -dice incrédulo Gabriel.

Santos -Que no, tú, que nos ha salvau la vida y bien alto que lo podemos decir ¿verdá Rufo?

Rufo -Ya digo, que a uno mismo le cuesta creerlo, que lo creáis vosotros, más, porque no estabais en el ajo.


-Pero una culebra de esas dimensiones que decís habrá que matarla, que nos puede zampar a tol pueblo y mas- dice Gervasio

-He dicho, y digo por última vez, que todos a mi casa y no hay nada mas qué decir, a ver si ponemos un poco de orden y cordura en todo esto. Así que ¡hala! coger algo de abrigo y andando que corre un virugi  que para qué, y hace un gris por la calle que solo nos faltaba pillar la gripe esta noche. Andandico y en fila de a dos, y en silencio del tema que nos ocupa, ni una palabra del asunto quiero oír por la calle que las paredes oyen -ordena el señor alcalde.

De dos en dos, pegados a las paredes caminan primero Gervasio y Gabriel, después alcaldesa y alcalde, detrás Rufo y Santos, y María y Vito cogidas del bracete y tapadas hasta la boca con las toquillas pequeñas, se quedan las últimas tras el pobre resplandor de los faroles anieblados, y, a propósito, porque no pueden por menos de no ir cuchicheando...

-Será posible, ni aunque hubiéramos cometido un crimen..., tanto secreto.

-Eso, encima de lo mal que lo hemos pasau... Conque ya ves hija, esas tenemos.  Es que el caso tié su aquel.

-Y su miga ¡habráse visto cosa igual! Nunca en la vida...

-¡Chit! A callarse, hombre, callarse  he dicho.  A ver si somos capaces de ir ocho minutos en silencio como en devota procesión.

A los diez minutos ya han llegado a casa del señor alcalde, se despojan de chaquetones, abrigos y toquillas nada mas pisar el portal, ya que el señor alcalde tiene una flamante estufa que caldea que es un gusto. Cuelgan la ropa en el perchero de la entrada mientras sale a recibirlos la criada que, a la orden de la señora alcaldesa, les indica y acompaña hasta el comedor y los hace sentar no muy lejos de la estufa, alrededor de una mesa camilla tamaño plaza de toros. La señora alcaldesa le dice a la criada que prepare un chocolate en la chocolatera grande y saque una bandeja con los bollos de  la cesta cuadrada que está colgada en la despensa. Y que cuando termine se tome una taza de chocolate con bollos, atice la lumbre y se vaya a la cama, que ya es mas que hora.  La chica sale hacia la cocina, y la señora alcaldesa explica a la visita que es mejor que se acueste, aunque sea un poco pronto, no vaya a irse de la lengua, y lo que es más preocupante, que coja miedo con la conversación y se pase los días y las noches lloriqueando que al fin y al cabo no es mas que una chiquilla.

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Fin de la 4ª parte.

Canción al labrador (folklore de nuestra tierra)

  《... tira labrador los surcos  derechos a mi ventana que el labrador de mis padres acaso serás mañana. entra labrador si vienes a verme, e...