Ilustración "La Ciudad del Alma" _ Zamora _
Aún no pongáis las manos junto al fuego.
Refresca ya, y las míasestán solas; que se me queden frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto leño,
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con estrellas!
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.
Manos queridas, manos que ahora llego
casi a tocar, aquella, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
casi a tocar, aquella, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
junto al hogar de siempre. Cuánto humo
sube. Cuánto calor habré perdido.
Dejadme ver en lo que se convierte,
olerlo al menos, ver dónde ha llegado
antes de que despierte,
antes de que el hogar esté apagado.
....................
(Zamora, 1934 - Madrid, 1999) Poeta español. Perteneciente a la Generación del 50, su poesía, caracterizada por su originalidad expresiva y su intenso lirismo, tiene en común con la de otros poetas de su momento el uso de un lenguaje coloquial y cierta tendencia al realismo; según palabras de su compañero de generación, José Hierro, es "la realidad misma con magia, ya que transforma los objetos cotidianos en símbolos trascendentes". Su lírica intimista, marcada por la meditación en torno a la naturaleza y el paisaje castellanos, permaneció ajena a las modas y a los movimientos literarios. Publicó su primer libro, Don de la ebriedad (1953), cuando tenía 19 años; vinieron luego Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) y Casi una leyenda (1991). Esta corta producción (un total de cinco libros escritos con largos intervalos entre uno y otro) resulta de una significativa trascendencia, ya que han sido constantemente reeditados y le valieron a su autor un sillón en la Real Academia Española, y numerosos premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Letras.
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