martes, 29 de diciembre de 2015

El caso de la viga-culebra (3ª parte




Rufo -Digo Santos, que esta viga se mueve, qué digo se mueve ¡que se alza  párriba y todo!

Santos -¡Anda mi madre! Andarás mareau..., pues a decir verdad, que no quería decirte
 nada..., yo también me siento como mareau tú. Como si avanzáramos.

Rufo -Esa sí que es buena, que diga, mala, ahora vamos a estar los dos mareaus. Ahora me entero yo de que los mareos son contagiosos..., ahora me entero.

Santos -¡Escucha! ¿No oyes algo entre tanto silencio?

Rufo -¡Quieto, calla, ni respires!

Y los dos a la vez se sorprenden, es como un silbido SSSSZzzzz ssssssssaaaaaaahhhh. No era otra cosa que la velocidad de la viga rozando el aire y rasgando la espesura de la niebla.
Ahora sí que está anocheciendo. Un sudor helado recorre el cuerpo de Rufo y Santos, y no, no era la empapadura de la niebla aguada. Los dos se inclinan sobre la viga apoyándose en ella medio de bruces para evitar mareos para resguardarse del aire rociado o para cobijarse del miedo. Y tocan y palpan y vuelven a palpar la superficie de la viga, porque eso, al tacto, es blando, que ahí no hay madera...

Santos -¡Nos tiramos a la de tres!

Rufo- ¡Quieto, quietico ahí! ¿Onde vas a ir que mejor estés, a onde vamos si no se ve el suelo..., ni se ve na ¿ande crees que vas? ¿Y la altura que hemos cogido?  Esos, eran los mareos..., esos, ahí vamos planeando como un papel, como uno de esos aviones que hacen los chicos con cachos de papel.

Santos -"Perdidos en el espacio sideral -que dice la radio- los encontraron por las alturas, dentro de un globo de esos de hidrógeno, volando, dando tumbos, suspendidos en lglobos  estratosféricos..."  Si no nos estontonamos por ahí, será de milagro.  Creo que está empezando a írseme el sentido Rufo, y a ti, ya verás cómo empieza a desaparecerte también

Como quiera que la viga coge velocidad y despeja un poco la niebla, a su paso acelerado, se hace un poco la visibilidad, se hace aunque no muy clara, lo suficiente para poder ver en aquella viga blanda, como acolchada, que no solo es que pueda ser  de piel, es que es, y además, luce unos dibujos muy guapos, y, antes de que Rufo y Santos puedan reaccionar ya han llegado a las mismas puertas de su casas. Y como si fuera una aparición, se hacen visibles delante de sus mujeres...

-¡Por Dios Santo, si se han presentau como dos aparecidos...!  -exclama María.

-¡Válgame el Señor, si se han manifestau como dos fantasmas! -Dice Vito- Andar, andar pá dentro.

Y los cuatro entran en casa de Vito que está un pelín más a mano.
En la más grande desesperación y allí en las mismas puertas de las casas,  están las dos mujeres, María la sabionda, y Vito la salpimienta.., armadas con un farol cada una. Rufo y Santos, dudan de que las mujeres hayan visto el vehículo que los ha vaciado allí mismo porque la niebla es todavía más espesa que en el propio campo y casi no se divisa ni el resplandor de los faroles que llevan las mujeres. Santos y Rufo si antes apenas podían andar, ahora se han quedado sin habla, no le sale la voz, solo pueden pensar que han vuelto a casa en un santiamén a lomos de una especie viga-culebra...

Vito y María nada más verlos le espetan que los vecinos Gabriel y Gervasio han ido a dar parte al alcalde, como desparecidos..., y los cosen a preguntas, pero ellos no articulan ni sílaba, y las mujeres le preparan un caldo calentito y atizan la lumbre -a ver si así reaccionan al calorico y recuperan el habla- dicen las señoras. 

Y al rato, al tiempo que llegan el señor alcalde y señora, con Gervasio y Gabriel, alumbrados con los faroles que portan los vecinos, Rufo y Santos balbucean y medio farfullan algo en un tono muy bajo, apenas audible.

Santos -Que..., ¿cómo hemos llegau María? Pues en una viga

Rufo -Di que era una culebra...

---------------------------------
Fin de la 3ª parte



domingo, 13 de diciembre de 2015

El caso de la viga-culebra.( 2ª parte.




Y así mientras hablan y andan se les evapora el sentido del tiempo y se salen del pueblo sin darse cuenta, y se desorientan, no encuentran nada conocido, no se ve, no encuentran ni el camino de regreso y se cansan más que se asustan, apenas pueden seguir andando y eso sí que les da más miedo.

Rufo -Cuidau, cuidau, que no te des con los espinos, que nos traga el espino. Umbra, penmbra, ni el sol ni la luna, ni cuasi los dedos de las manos se ven, y los de los pies que andan más lejos..., pa qué decir...  ¡Que no te adelantes ni una miaja Santos!

Santos -Ahí paice que..., sí, mira, ahí mismito Rufo, unas vigas, vamos a sentarnos a descansar un ratico que las piernas ya no nos sujetan.

Rufo -Bueno, pero na más que cinco minutejos, y seguimos ¿onde dices que están las vigas?

Santos -Mismamente aquí. Seguimos, ¿pa dónde, dí, pa dónde? Norte, sur, este, oeste, hemos recorrido los cuatro puntos cardinales y no salimos del mismo corro, y vuelta a empezar, que no sabemos ni onde estamos, ni tú ni yo lo sabemos Rufo, acétalo.

Rufo -Digo yo que esto tié que ser lo más parecido al cielo que tenemos aquí en la Tierra y que veremos en vida...

Santos -¿Cuál?

Rufo -Esto mismo, esto de andar entre las nubes...

Santos -Pa remate. ¿No nos habremos muerto?

Rufo -Lo digo en serio Santos.

Santos -Yo nunca he hablau tan en serio como en estos mismos momentos, Rufo.

Y a los dos les entra una risa nerviosa que le impide seguir hablando.  Rufo respira hondo,  deja pasar unos instantes en silencio y retoma la palabra.

Rufo -Cuando niño oí decir a los mayores que si tirabas un puño sal a lo alto, se disipaba ese trozo de niebla, ese espacio donde daba la sal.  Lástima que no tengamos un poco sal aquí porque hubiera sido mejor que esa idea de traernos el farol, digo yo.

Santos -Pues yo eso ni me lo creo, ya ves tú.

Rufo -Habrá que probar primero, digo yo. Ya lo haremos si salimos de esta.

Cada paso que dan es incierto, el suelo ha ido desapareciendo entre las nubes, van en dirección al montón de vigas que creyó ver Santos y, ¡pun! se tropiezan con ellas. Curiosamente caen encima de una viga que está a media altura del suelo y caen sentados, sentados a pernacachón con los pies colgando, no entienden cómo han caído así, ni quieren pararse a pensarlo, están mas que agradecidos de poder sentarse un rato.  Pero, cuando empiezan a sacar gusto al descanso...
.....................................

Fin de la 2ª parte

viernes, 27 de noviembre de 2015

El caso de la viga-culebra



Rufo -Digo yo, que si hubiera traído el farol veríamos algo mejor, un poquico más.

Santos -Quiá, lo mismo, no veríamos un “pijo” que dicen los modernos.  Tratemos de ir por el camino de tolos días, bien derechitos, pa no perdernos  Rufo.

Rufo -Ya dijo María, la sabionda, ande iréis que no hay na que ver…, pues, a ver la niebla, le contesté, ¡qué! ¿Es que no puedo?

Santos -El paseo del diario, haberle dicho, así se quedaría más tranquila, digo yo Rufo, el paseo de a diario y na más, y na menos.  Que bien lo agradecen cuando salimos este ratico, y ellas, que lo sé yo, habla que te habla, que también lo sé yo, que nos ponen verdes en cuantico se ven solas tanto tu María como mi Vito.

Rufo -Ni chalina ni tapabocas hacen nada con esta niebla meona, vamos a volver calaus, encima.  Se me empapan hasta las lentes, majo.

Santos -Pues mia-te-tú cómo llevo yo la boina ya, como llena de rocío, como si-fuá rocío.

Rufo -¿Has oído?

Santos -¿Oír qué?

Rufo -Como un ruido

Santos -Qué va a ser, si no hay ni un alma por la calle.

Rufo -Tú lo has dicho, algún alma en pena, de esas invisibles.

Santos -Mas qué bobada más grande acabas de soltar Rufo.  En mi vida, y miá que tengo años, he oído tontada igual…

Rufo -Tú no te confíes anda.

Santos -¿De qué, de qué dices que no me puedo fiar…?  No tiés más que ver cómo está la atardecida; de umbra, penumbra y tiniebla.  Siniestra, misteriosa, de embrujos, y tolos campos borraus que no se ven… O ¿me vas a decir que ves los campos? Sabes, los dos sabemos que están ahí, pero no los vemos, si ahora mismo viniera un animal ni lo veríamos, ni él a nosotros hasta chocar con él.  Pues no si no se ve a tres cuartas de distancia… quién va a andar a estas horas y en estos momentos por ahí, más que nosotros dos solos.

Rufo -Pues no sé qué hacemos aquí entonces.

Santos -Pues andar, andar que es lo único que no impide la niebla, caminar aunque sea con las cachas pa moverse uno un rato, como tolos días, pa la salú.

Rufo -Me paecía a mí que hace un poco andabas cagau de miedo.

Santos -¡Miedo yo!

Rufo -Sí, tú de los animales o de no sé qué bichos del campo que podían aparecer sin que los viéramos y sin que ellos nos vieran a nosotros.


Santos -¡Mía-te-tú ahora, con lo que sale…!

Rufo -Ya está oscureciendo.

Santos -Es un poco pronto, será la niebla que va espesando.

---------------
Fin de la 1ª parte

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Cómicos, titiriteros y artistas. (5ª parte y final



Y, aquellas adivinanzas dirigidas a los niños...
-¿Qué hacen seis pájaros en un árbol? Pregunta Taty.
-Pues cantan.
-Pues picotean la fruta.
-Pues..., pues buscan cobijo.
-Hacen los nidos...
-¡Hacen media docena...!  Gritaba con entusiasmo la muñeca de las trenzas de lana amarilla, y seguía preguntando:
-Y, ¿sabéis qué hace un pastor cuando sale el sol?
-Pues..., sigue cuidando las ovejas.
-Se sienta a la sombra.
-Se calienta un poco sentado al sol.  Respondían todos los niños a la vez atropellando las palabras.
-¡Un pastor, cuando sale el sol, hace sombra, queridos niños...!
Y las risas de niños y mayores retumbaban por todo el salón.
Y, el mago Gastón en otra de sus actuaciones, disfrazado de payaso, con la cara pintada a cuadros blancos y negros y luciendo una nariz roja en forma de bola, y lleva puestos unos zapatones de lunares verdes y, hacía como si no pudiera con ellos, que le pesaban los lunares, decía, y se mueve con torpeza, arrastrando los pies por el escenario, dando trompicones, y balbuceando frases imposibles de pronunciar.

Y después, después Migue soñó durante muchas noches el mismo sueño; que oía hablar a Taty, a los guiñoles y al señor Gastón, que venían a visitarlo, que, el turbante de tono azafranado como del color que arde en  la lumbre, se confundía a la luz acogedora, amarillenta y ámbar que dan las llamas de la chimenea en la cocina de su casa. Y, Gastón se le aparece entre el chisporroteo de las brasas, entre infinidad de chispas, de esas chispas que mas parecen estrellas, como si fuera un mago de esos de los cuentos, de esos que dibujan suspendidos entre vapores y tules, y va y le pregunta y le dice, que puede concederle tres deseos.  Que los piense bien antes de pedirlos, Migue, entre sueños, pide por la salud de su padre, y otra vez porque se cure su padre, y el tercer deseo por ver recuperado a su padre.  Gastón  replica que eso está muy bien, pero que equivale a un solo deseo, que él quiere conceder al niño algo que le guste, que le guste tanto como para desear tenerlo entre las manos, y Migue le cuenta que a él le gustaría tocar la trompeta, que piensa muchas veces en tener una.  Pero que lo que desea de todo, todo, es ver bien a su padre. Y el padre de Migue, hasta ha mejorado y todo, pero de verdad verdadera y en la realidad del mundo real. Y el monito hace que canta y exhibe todo el repertorio de piruetas aprendidas y salta sobre la mesa y baila y se cuelga del techo, y en un rápido sube y baja y brinco tras brinco, sale volando por la cocina ...
Y, el niño dentro del sueño, sueña un sueño que es verdad, que su casa está alegre, que sus padres, su abuelo y él están muy felices desde que los cómicos, titiriteros y artistas, fueron al pueblo y el señor Gastón estuvo en su casa "arreglando" los trucos de las sesiones del circo. 
Migue ya solo tenía un, ay, pero muy pequeñito, y era eso de tener que guardar el secreto de aquellos preparativos circenses que tuvieron lugar en la mesa de la cocina de su casa.

Ha pasado mucho tiempo desde que el mago Gastón se marchó del pueblo, él y todos sus muñecos, sus baúles y útiles, y Migue los recuerda esta noche desde su cama calentita. Se pregunta, dónde andarán, dónde los  habrán llevado los caminos en una noche así, si estarán o no a cobijo o andarán por la intemperie..., porque fuera, en la noche oscura, arrecia el vendaval. Sobrecogen los silbidos del viento y el chasquear de una lluvia recia golpeando en el alero de cinc.  Migue se va quedando dormidito al compás de los sonidos del viento y de la lluvia. Y, entre sueños divisa, a lo lejos, el brillo resplandeciente que exhala una trompeta dorada, suspendida en el aire, y que viene hacia él...


                                                             F I N


lunes, 2 de noviembre de 2015

Cómicos, titiriteros y artistas (4ª parte



...  Gastón con una patata en la mano, sujetándola, mientras el abuelo deja caer la cera líquida, de una vela encendida, sobre la patata, siguiendo las  instrucciones del mago Gastón, y, le pide a Migue, que él mismo, espolvoree tierra sobre aquella cicatriz simulada en la patata...  La alegría y el contento del niño se desparraman a raudales llenando la cocina y el resto de la casa de risas y carcajadas infantiles como nunca antes se había llenado. Migue no recuerda haberse sentido tan alegre en casa, ni haber visto a sus padres y a su abuelo tan risueños como aquella noche que el mago Gastón estuvo un rato, pero un rato largo en su casa.

El niño, en esos momentos previos al sueño, revive las escenas del circo, el mono mostrando al público sus monerías y habilidades, la muñeca Taty y los muñecos de guiñol, el paño verde cubriendo la mesa plegable, la capa negra y vaporosa que luce el mago... Esta noche le cuesta dormir, piensa que a él también le gustaría estar dando vueltas a la magia de Gastón, y preguntándose, como sus amiguitos, como todos los niños, cómo podía ser posible que una patata entera tuviera dentro una carta, cómo es que el señor Gastón la divisó en la trompeta del músico, cómo hizo desaparecer la carta y la patata del escenario.  Cómo bailaba la cucharilla en aquel vaso transparente, a las órdenes del mago Gastón...  Él quería también haberse hecho todas esas preguntas como se las iban haciendo, de regreso a casa, todos los niños del pueblo.
Sin embargo, ahora Migue sentía como si en él, también hubiese hecho efecto la magia, como si se hubiera hecho aquella tarde mucho más mayor que Mey, que Blanca, que Corina y que todos los niños del pueblo... Pero tendría que guardar el secreto, ese era el precio que había tenido que pagar, habría de guardarlo, al menos, hasta que todos fuesen muy mayores..., pero ¿sería capaz de esperar tanto tiempo?  Tenía que hacerlo, se decía, tengo que guardar silencio también por obediencia a mis padres y a mi abuelo.
Entre el placer y la pena a Migue le venían a la cabeza esas imágenes del corte de la patata, de cómo introducían la carta doblada dentro del corte, de cómo encendieron una vela, y taparon la abertura de aquella patata con cera líquida, y cuando apenas se solidificó la alisaron y él mismo la manchó de tierra, hasta tener la apariencia de una patata cualquiera..., y el tintineo de la cucharilla dentro del vaso colocado encima de la mesa plegable en todo el medio del escenario para que se viera bien.  A la orden de "cucharilla baila, baila, baila, baila" la cuchara se volvía loca a bailar dentro del vaso hasta que el señor Gastón decía, solo una vez -cucharilla, para- y entonces se quedaba quieta. Era un simple hilo invisible atado a un agujerito insignificante que tenía la cucharilla en el rabo. Desde candilejas, otra persona tiraba del hilo y hacía parar y bailar la cucharilla a las órdenes del señor Gastón... Y su padre, que, después de terminar la primera venta de la rifa, mientras los espectadores están pendientes del escenario donde ahora mismo se realiza el sorteo, se dirige a hurtadillas hacia el templete del salón, y allí, a uno de los músicos del pueblo, al trompetista, le coloca la patata encerada, en la mismísima campana de la trompeta...
----------------------------------
Fin de la 4ª parte.

sábado, 17 de octubre de 2015

Cómicos, titiriteros y artistas (2ª parte



Migue se echa a un lado apartándose de ese escaparate de colores donde los niños miran y admiran,  trata de imaginar cómo serán los días de estas personas; camino y más camino, frío y calor, polvo, lluvia y viento, y se pone triste.  Pero no tarda en olvidar su tristeza, cuando el niño descubre, en lo alto de la ladera, a un señor mayor con una especie de turbante amarillo en la cabeza.  Viste un traje de pana verde aceituna, botas marrones de caña alta adornadas con brillantes tachuelas y borlas colgantes en los lados.  El hombre está adiestrando un monito.  Un mono de los de verdad, que obedece instrucciones como si las entendiera, imita movimientos, acciona, exhibe piruetas, equilibrios y desequilibrios.  El diminuto animal parece un columpio en constante vaivén.  Luego, el señor del turbante lo mete en una jaula, le da un plátano que  el mono pela en un visto y no visto y lo engulle en un santiamén.
Ahora que el mono está a resguardo, Migue se aproxima un poco más. para verlo de cerca, al mismo tiempo el hombre abre un baúl y saca unos muñecos hechos de madera, cuerdas y trapo.
-Buenas tardes señor-susurra Migue.
-Hola muchacho-saluda una muñeca con trenzas amarillas- me llamo Taty, soy una marioneta, tengo tres hermanos más que van a salir con los duendes del guiñol.  Es una voz de chica... Migue mira a su alrededor y no ve ninguna chica...
-Yo..., so soy Migue y sé que las muñecas no hablan Taty- dice convencido de que el señor del turbante amarillo tenga poderes haciendo hablar a los muñecos.  Pero está encantado de que le hable la muñeca, de que se haya dirigido a él.
-Me llamo Gastón, soy el mago Gastón, ya veo que te gusta esto, ¿vendrás a vernos esta noche Migue?
-Ya me gustaría señor, pero en mi casa no hay posibles, quiero decir que no sobra el dinero.
-Veniros con lo poco que haya, quiero decir la voluntad...
-Lo poco en mi casa se necesita para otras cosas señor Gastón, no hay para ir al circo.
-Bueno, habrá que arreglar de alguna manera para que, al menos, puedas acudir a una sesión.
-Mis padres dicen que no debo aceptar ninguna otra ayuda que no sea del todo necesaria, que no sea indispensable, ir al circo no lo es.
-Ya, yo pienso que un niño merece ver un espectáculo como el mío y con mayor motivo si además lo va a tener a las mismas puertas de su casa- dice el mago Gastón mientras trastea entre cajas y baúles.  Ahora saca una mesita plegable y un paño de color verde, se envuelve en una capa negra y hace aparecer y desaparecer las cosas, y cambia de voz..., es ventrílocuo. Migue no sabe qué significa ser ventrílocuo..., y, Gastón le explica el significado y le dice que le guarde el secreto.
-¿De dónde eres? Pregunta Migue, y la muñeca Taty responde que su casa está en todas partes y en ninguna, que es de aquel lugar donde la llevan los baúles, que no tiene paradero, nunca están más de cuatro días en el mismo sitio..
-¿Vendrás a ver la actuación esta noche, Migue?
-Las ganas son grandes, chica de pelo amarillo, pero como ya te dije antes, en mi casa no tenemos dinero para fiestas.

(Fin de la 2ª parte)

domingo, 9 de agosto de 2015

"Pequeñas historias de la historia"


El juego de las tabas, juego de la taba, o simplemente, tabas o taba es el nombre que reciben distintos juegos infantiles y de azar consistentes en el lanzamiento de unos huesos (o tabas) a modo de dados.
Una taba es un hueso que se encuentra en el tarso cuyo nombre científico es astrágalo. Desde la antigüedad se utilizan las tabas de algunos animales, particularmente las de las patas traseras del cordero (de unos 3x2 cm), para la práctica de diferentes juegos, varios infantiles pero otros son juegos de azar. Todos se basan en el lanzamiento de la taba a modo de dado al suelo o sobre una mesa, con la particularidad de que, a diferencia del dado, las distintas caras de la taba tiene formas diferentes y por lo tanto distinta probabilidad de salir. En algunos de esos juegos se realizaban apuestas (a veces grandes cantidades de dinero) a qué cara de la taba podía quedar a la vista (hacia arriba).1 El juego más simple consiste en lanzar la taba, ganando una o cuatro unidades apostadas si quedan las partes salientes del hueso hacia arriba, o perdiendo otras tantas si quedan las partes hundidas en la cara superior.
El juego de la taba fue introducido por los españoles en toda América y es muy popular en zonas rurales y ganaderas.
Algunas veces, las tabas eran modificadas puliendo algunas de sus caras y añadiendo una chapa para dejar la cara más lisa y plana. Durante el siglo XX en algunas regiones o países el juego era tan popular y era tal la demanda de estos huesos que pasaron a fabricarse en plástico, resina o metal.
--------------------------------------------
Fragmento extraído de Wikipedia (la encoclopedia libre).

viernes, 31 de julio de 2015

La banda honorífica. (Plaza inaugurada el 18 del 8 del 1828)

                              

La tarde lleva amenazando tormenta desde el medio día, aunque no acaba de manifestarse  “hace amagos de ser una tormenta seca” presagian los más mayores.
Alrededor de la plaza se va agolpando la gente.  Esta tarde en el coso taurino tocan las bandas municipales; la local, las  de pueblos cercanos y hasta una de la capital, van a dar sus conciertos durante los meses de verano en la plaza de toros, este año celebran el ciento veinticinco aniversario de la fundación de la banda local.
Francisco ha ido en compañía de su nieto Quico, el abuelo no quería perderse la ocasión que se le ha presentado de volver a pisar la plaza después de tantos años,  y  contemplar, de nuevo,  aquella arena, aquellas gradas, aquel  redondel.  Rememorar todo aquello que le contara su padre  cuando, mucho tiempo atrás, acudiera  con él en las fiestas, a esta misma plaza a ver  las corridas de toros.
A Francisco, estos momentos lo llenan de ilusión, pero también le embarga  cierta tristeza, echa de menos  a todos los que ya no están, cuánto le hubiese gustado  poder haber ido con ellos,  pero que no, que ya no puede ser,  por edad ya no forman parte de su vida; ni hermanos, ni cuñados, ni amigos, ni vecinos.  Se pregunta por qué al tiempo o al destino se le había antojado que él sobreviviera  a todos ellos, incluso al padre de Quico. Y mira hasta fatigarse la vista, buscando entre la gente alguien que pudiera ser de su quinta, pero no ve a nadie, calcula que, él, le saca casi veinte años  a los mayores que rodean la entrada de la plaza.
Los diecisiete años del chico revelan cierto rechazo a dedicar una tarde entera oyendo esa clase de música.  Si no fuera por el cariño que siente por el abuelo..., solo pensar que  no le queda  nadie más que pueda acompañarlo, solo pensar  lo que para el abuelo va a significar entrar de nuevo en la plaza de los toros, es motivo suficiente, para acompañarlo. Por unos instantes, a Quico le sacude la nostalgia, cree que siente la mano de su padre ayudándole a acomodarse en aquellas gradas hechas con vigas de palo. Cuánto tiempo había pasado, y sin embargo, allí, delante de sus ojos, continúan los mismos asientos hechos con vigas de palo, y el mismo tachonado de madera y las mismas columnas de madera, todo limpio, todo, conservando un colorido fresco, como recién pintado, como recién restaurado, como acabado de hacer.
-Date buena cuenta de esto que te digo Quico, ahí donde la ves, el mes que viene cumple 187 años. Según decían los más mayores, la primera corrida de toros que se celebró en esta plaza fue el  día de San Agustín, el 28 del 8, o sea de Agosto de 1828, siendo inaugurada el 18 del mismo mes y año, y, mira la prisa que debieron darse construyéndola, pues empezaron las obras en Enero de ese mismo año 1828. Por entonces, reinaba  Fernando VII.
-Fíjate bien Quico- decía Francisco perdiendo la mirada por el coso taurino- hay que ver lo que es la vida, las cosas pueden perdurar en el tiempo por los siglos de los siglos  y hasta  rejuvenecer, los seres vivos  no.  Pero está bonita, está como cuando me trajo mi padre, como la primera vez que la vi.
-Sí, está bonita abuelo, han hecho un buen trabajo, pero si sigues hablando van a llamarnos la atención, el público ha venido a oír el concierto.
-Ya. Ya me callo.
La banda de música, expande los sonidos por el aire; pasodobles, marchas, bandas sonoras de películas, homenaje  a un músico estadounidense, boleros, vals y pasacalles se enredan entre el brillo dorado de los instrumentos. Y Francisco está pero no está, está presenciando todo aquello, pero su pensamiento se halla muy lejos de lo que ocurre en la plaza esta tarde de sábado.
-Atiende Quico, esa es la puerta por donde salen los toros, esa otra por donde salen los toreros al despeje de plaza  parece que los estoy viendo hacer el paseíllo, y al torero aquel saltando la barrera, de buena se libró. Y luego, al minuto, el banderillero fue detrás.  De buena se libraron los dos aquella tarde…
-Eso era antes, abuelo, cuando había corridas, ahora ya no,  hace años que no. Ya sabes. Escucha, es un pasodoble, a ti te gusta el pasodoble. Si no dejas de hablar van a llamarnos la atención.
-Ya, ya me callo Quico. Solo que en esa especie de palco ¿lo ves? ahí se sentaban las autoridades, la presidencia, la presidencia sacaba un pañuelo para premiar la faena del torero, sacaban el pañuelo blanco; una vez, una oreja, dos veces, dos orejas.  En ese otro apartado se colocaba la banda de música,  hacían sonar los clarines anunciando que salía el toro, o que se cambiaba de tercio, y también agasajaban con música la faena del torero. Y la vuelta al ruedo acompañada con música de pasodoble, ese, ese mismo, el que están tocando ahora, y… 
-Abuelo, como sigas hablando vamos a tener que marcharnos, nos van a echar.
-Ya hijo, es que no puede uno por menos, pero ya me callo, ya te digo yo que me callo.
Una conocida pieza de Mozart restallaba entre los maderos recién restaurados, el público mueve las manos  y los pies  siguiendo los compases de aquellas  notas vívidas
-Qué soberbia elegancia la de aquellos caballos blancos con los aguacilillos corriendo las llaves, Quico, y cuando salían las mulas y arrastraban al toro muerto por el albero…  Bueno, y ya no hablo más en toda la tarde. Los toros hacían su entrada en la plaza luciendo unas cintas en lo alto del lomo, esas cintas se llamaban divisas y era un distintivo que… 
-Abuelo, ese guardia, creo que viene hacia nosotros.
-Pisaron esta arena figuras muy importantes, como Lagartijo, el Espartero, Frascuelo,  Los Gallos,  Los Fuentes…  ¿Qué ha de ser, señor guardia, qué se le ofrece…?
-Buenas tardes tenga usted, estamos buscando, entre los espectadores, a la persona más vieja de esta tarde en la plaza, quieren agasajarla, y creo que bien podría  ser usted si se me permite, con el debido respeto, es decir, si usted lo permite, si ustedes  lo permiten.
Sí, era Francisco el espectador de más edad que había asistido hoy al concierto en la plaza, el mismo que condecoraron con una banda honorífica  y a él le dedicaron la última composición sinfónica de la tarde entre una gran ovación por parte del público.
“De modo que ahora en las plazas de toros lo único que se hace es tocar música, para eso han quedado, parece mentira, parece imposible. Si esto lo llega a ver el padre de Quico, y mi mismo padre, y unos cuántos más, Dios los tenga en su gloria…, lo verían y no lo creerían.  Y así y todo, bien bonita que está, está muy guapa la plaza y como nueva, hasta parece más nueva que nunca, todavía le queda mucha vida a esta plaza.”  Se va diciendo, con pesar y, para sus adentros, el viejo Francisco mientras se desprende de la banda honorífica, y la enrebuja, y se la guarda en un bolsillo del pantalón. Y abuelo y nieto, cogidos del brazo, se entremezclan con el gentío por el callejón que conduce a la calle.  Ya está anocheciendo y el cielo continúa oscuro.
-A mí me ha gustado el concierto abuelo, sobre todo esa pieza musical de la película  “La historia interminable” pero lo que más me gustó de todas ha sido el  homenaje a Maikel Jackson, lo han hecho muy bien. 
-Pues yo me alegro mucho por ti Quico hijo, pero apenas si me he dado cuenta de lo que tocaban ¡jó sus!  El caso es, que me ha parecido oír algunos compases… Pero la plaza, la plaza estaba bonita,  me ha gustado mucho estar este rato en la plaza y también me ha emocionado mucho todo hay que decirlo.
Apenas llegan a casa, aquella tormenta que amenazara, durante buena mitad del día, estalla, y, como liberándose de su carga enciende, fulminante, la fugacidad de los relámpagos,  retumba  furiosa el ruido ensordecedor de los truenos y aquellas nubes negras, por fin, han comenzado a tirar agua, más que chaparrón se podría decir que parece el diluvio.
-“Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbranos Señor de todo mal.
Y a poder ser, devuelve la plaza a su ser, a poder ser…”
Se le oye decir al abuelo en un susurro.

jueves, 18 de junio de 2015

La Peña. El tiempo ha pasado entre una y otra.




La Peña, dos imágenes aparentemente iguales, ambas coronadas por la Cruz.  Sin embargo hay una diferencia notable entre las dos. En la primera imagen puede verse el peñón al completo, intacto. En la segunda el peñón se ha derrumbado. ¿Alguien sabe de qué año, aproximadamente, puede ser la primera foto? ¿Y el tiempo que pasó entre una y otra? 


jueves, 19 de marzo de 2015

19 de marzo







San José

Tal día como hoy, nos poníamos la ropa de los domingos, si hacía bueno, que ya solía hacerlo, estrenábamos las sandalias nuevas, solo para ir a misa, ya que tendrían que durarnos, como poco, la primavera y el verano. Nos soltábamos las trenzas y con el pelo suelto nos íbamos a misa, a la misa mayor, que para eso era fiesta de primera, venía de colorau en el calendario un año tras otro.
No había amanecido y ya estábamos expectantes a ver si oíamos levantarse a los padres para ir corriendo a darle su regalo, a felicitarlo, a colgarnos de su cuello y darle el abrazo más largo y los besos más fuertes.
Semanas antes, habíamos ido ahorrando con el dinero de la paga de los domingos, lo habíamos juntado todos los hermanos y habíamos ido a comprar un chisquero de esos que vendían en el estanco, luego  íbamos al comercio a comprar un pañuelo moquero de color blanco, que era un pañuelo muy elegante, de esos de doblar a pico en el bolsillo superior de la chaqueta, los de a diario eran de cuadros, y, compramos también un par de calcetines finos, que ya venía el calor. 
Recuerdo que en las casas se hacía comida de fiesta, la comida del día del padre.

Dando un salto muy grande en el tiempo, mis felicitaciones a todos los padres que se precien,  felicidades  a todos los que no lo son y  ejercen como tal, a los que pasaron la vida queriendo ser padres y no lo consiguieron.  Y un-no-felicidades a esos padres, vivientes, que sembraron  en la vida y de por vida, niños huérfanos.
A los  que hacen los calendarios, que pongan todos los años el 19 de marzo en colorau.
¿Es que no se han dado cuenta, que el día de la madre siempre es fiesta de primera?

jueves, 5 de febrero de 2015

Aquel San Blas




Hoy, el camino de la escuela lo hacemos enfadadas, todas vamos de mal humor, porque es día de fiesta y hay escuela.  Es el día de San Blas y es fiesta de quintos, pero hay escuela.
De camino a clase, a eso de las diez menos cuarto, se oye la música, suenan las jotas...  "Están por el teso" dicen.   Hacemos oído, el aire viene a favor y se escucha la música como si estuviera aquí mismo, y las jotas y el murmullo también... 
Y no acabamos de entender, por qué si es fiesta, hay que ir a la escuela por la mañana y por la tarde.  Pero es así.
Es verdad que ayer día dos  fueron Las Candelas y no hubo escuela, pero hoy también es fiesta y no paramos de protestar las unas y las otras..., y una suelta una patada en una piedra, y otra amenaza con tirar el cabás, ¿A que lo tiro a un tejau? y nos sorprendemos a nosotras mismas cuando explotamos a reir.
Aunque hoy el suelo ha amanecido vidriado, los  hombres han hecho senderos en seguida con el pico y la pala. Senderos, dicen, por todas las calles, para que puedan bailar los quintos y sacar a las mujeres y a las chicas a bailar las jotas...



Una de las niñas descubre las cigüeñas "machando el ajo" en el nido del campanario ¡Ya han llegado, ya están aquí las cigüeñas, mirar, mirarlas! Significa que "Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres año de nieves, y año de nieves año de bienes..." así dice el refrán. Y así lo repetimos a coro.



A eso de las once la escuela está en silencio, hay clase de lectura, estamos escuchando a la alumna que le toca leer en voz alta; cuando, llaman a la puerta, la maestra sale a abrir, son los quintos..., después de unos minutos hablando entre ellos y la maestra, la señora maestra nos dice, que han venido a pedir permiso para sacarnos a bailar, porque dicen los quintos, que tienen hermanas, primas, sobrinas y vecinas en la escuela, y la señora maestra nos deja salir.  



Sale ella con todas nosotras, y como a eso de las once y media es el recreo, pues ya nos quedamos en la calle hasta después del recreo, bailando y viendo bailar las jotas en la explanada de la puerta de la escuela que da todo el sol.  A la maestra también la han sacado a bailar.
Y aquel recreo ya no se parece a ningún otro recreo, ni aquel San Blas, a ningún otro San Blas...
-------------
Fragmento del libro -CRÓNICAS A LA LUZ DEL CANDIL-

domingo, 1 de febrero de 2015

Cómicos, titiriteros y artistas (1ª parte




Junto al salón Norte, esta mañana han aparecido los camiones de los comediantes, titiriteros y artistas. Los habitantes de ese mundo errante, un mundo que apenas pueden imaginar los niños porque nunca viajan, y los mayores, como que tampoco, sin embargo hay gente que trabaja  de ir de aquí para allá,  porque su trabajo consiste en eso, en ir de ciudad en ciudad de pueblo en pueblo, recorriendo el país  en una camioneta, en carros o con el equipaje acuestas. Inventando o aprendiendo los guiones, interpretando teatro, sainetes, títeres y comedias por un precio módico o haciendo trueque a cambio de alimentos y posada.
En cualquier caso, su presencia da mas alegría en el pueblo, saben que esta noche, habrá espectáculo al que no faltarán.
En el buen tiempo suelen representar, algunas actuaciones, a la puerta de la Iglesia y, la mayoría, a cubierto, en el salón Norte; es nuevo, es grande y está dotado de un escenario muy amplio.
A media mañana, el pregonero del pueblo anuncia la comedia y a los  comediantes por las esquinas.  Ya se han enterado todos.
A la salida de la escuela los niños, como en estampida, salen corriendo y rodean los vehículos de los titiriteros, husmeando cualquier movimiento ante toda aquella parafernalia. A saber; baúles, cajas, maletas de cartón,  y todo el trasiego de "trastos" vestuario, bigotes postizos, sombreros  y chisteras, una trompeta, una jaula con dos palomas, una varita mágica, una armónica, unas barajas de naipes, y demás detalles para preparar escenas y escenarios. Los niños miran todo aquello como si se tratara de un tiempo encantado, de una visión mágica

sábado, 17 de enero de 2015

Revolviendo arcas, arcones y baúles.



Como quiera que ya empezaba a oírse el runrún en el ambiente: Mey, Migue,  Blanca y Corina, andan entusiasmados, corriendo de una casa a otra, a ver qué encuentran en los sobraus para  ir preparando qué ponerse, con qué vestirse en las vísperas de los carnavales.  Aunque para asistir al baile infantil del Martes de Carnaval ya tienen los disfraces dispuestos, solo hace falta pasarle un poco la plancha; Son esos trajes de disfraz que les han confeccionado sus madres.   Se los han hecho "crecederos" para aguantar de un año a otro y así evitar un gasto.  Estos disfraces están muy bien, son los mas apropiados para asistir al baile, a la sesión matinal de la mañana del Martes.  Pero para echar unas risas lo más divertidos eran los que encontraban ellos mismos por los sobraus y vestirse de andrajos, de brujas con escoba, de fantasmas, de novios, de espantapájaros, de hadas y princesas, de payasos..., con o sin antifaces, pintarrajeándose la cara, para que nadie,  pero nadie, pueda reconocerlos, esa era la intención, oír decir a la gente ¿pero quiénes son esos... ? y que se quedaran con las ganas de saberlo.  Vaya risas, vaya juergas.  De esta guisa se sale a las calles del pueblo a festejar el carnaval, al barullo de  niños, jóvenes y mayores, disfrutando de los carnavales y de las ocurrencias de cada cual, que son muchas.
En el comercio regalan antifaces y caretas de cartón casi todos los años y cuando no, los hacen en casa con una cartulina y una goma, para decorarlas después, con  los colores  que guarda el plumier escolar, o si no, se tiznan la cara con un tapón de corcho ahumado y unos pintalabios.  Ellos mismos se fabrican capirotes de cartón forrados con papel azul  salpicado de estrellas amarillas y en la mismísima punta del cucurucho, prenden unas cintas de colores o un trozo de tul, es el gorro de las hadas y de las princesas de los cuentos. Luego buscan una palo fino por la leña de la tenada, le piden a los padres que lo descascarillen a navaja, y le ponen otra estrella en un extremo y ya tienen la varita mágica.  Después se dan una vuelta por los sobraus , el de Migue, el de Blanca y Corina y  el de Mey.  A ver qué pueden encontrar que les sirva y les guste a cada uno.
Desde el techo hasta el suelo se cuela, por la claraboya, un amplio rayo de sol atravesando el sobrau, su forma recta y oblicua, ilumina  todo el espacio con su potente reflejo cuajado de partículas de polvo flotando al trasluz.  La claraboya resplandece  como cien bombillas juntas y filtra, además, un calor agradable caldeando un poco esta tarde helada de Febrero.
El sobrau está, a esas horas, en absoluto silencio, sus habitantes quién sabe dónde andarán.  Solo se escuchan unos leves ronquidos de  la gata bardina de Mey que duerme plácidamente sobre el suelo de madera tumbada en todo el medio del trozo soleado.  El rayo de sol se mueve con lentitud y va cambiando de sitio.  La gata bardina de Mey, medio adormilada, se mueve al mismo ritmo, se va arrastrando, lentamente, hacia la dirección que lleva el sol.  Los cuatro  niños no paran de mirarla, se tragan la risa para no despertar a la bardina, y siguen con la mirada los movimientos-inconscientes de la gata dormida que va recorriendo, a su tran tran, el cerco del sol como atraída por una fuerza misteriosa.
Baúles, arcas y arcones, descansan a la claridad de las ventanas en cada sobrau, en estos armatostes de tapa curvada con dibujos perfilados de tachuelas, forrados  por dentro con recortes de revistas y periódicos, se guarda la ropa de temporada entre bolas de alcanfor, ramos de tomillo y de lavanda, hojas de hierbabuena o pastillas de jabón de olor. Hay  baúles y arcones que, se destinan a ropa gastada, ropa usada, ropa pasada de moda, que ya difícilmente podrá aprovecharse para nada que no sea hacer vestidos a las muñecas, echar remiendos, hacer trapos, rodillas de cocina o para ponérsela uno en los carnavales. A saber, los pequeños hunden sus manitas en arcas y baúles y revuelven una y otra vez, hasta el fondo, arriba, abajo, de un lado, de otro y venga vueltas y revueltas con las prendas.  Blanca también quiere rebuscar, pero su estatura no le da para meter las manos ni hasta la mitad del baúl, prueba, insiste, se aúpa,  arrima una tajuela, se pone  de puntillas, no para  hasta que cae de cabeza dentro del arcón entre las risas y las carcajadas de los demás, que no les queda otra que rescatarla, Blanca no deja de poner "pucheros" aguantándose las ganas de llorar, es tan pequeña...
Los cuatro continúan absortos en la tarea de rebuscar: un tejido de gasa, un retal de visillo, un trozo de tela sobrante del vestido floreado de mamá, una capa de paño azul, unos collares de cuentas de colores, un cancán con restos de almidón y encaje de bolillos, una diadema, un casquete de terciopelo, unas horquillas brillantes..., ropajes en fin, que le recuerdan a las hadas, a las  princesas, a los personajes de los cuentos...
El sobrau es, para ellos,  poco menos que  tener un bazar a su disposición, es, sin lugar a  dudas, ese universo de sorpresas donde los niños, día tras día, van descubriendo verdaderos tesoros.
-Eh, ¿habéis visto este vestido de fresas?
-Y esta blusa con hilos brillantes.
-Y un sombrero gris.
-Pues mirar este broche.
-¡Vaya, una capa azul!
-Aquí hay un abrigo de cuadros, es muy viejo, y, mirar, tiene un bolsillo apolillado...
-Un vestido con perlitas y abalorios...
-Unos guantes de material, como esos  de conducir las motocicletas.
-Y...
Los maullidos desangelados de la gata bardina de Mey los saca del ensimismamiento consiguiendo asustar a los niños unos  instantes, pero sobre todo, la gata, quiere hacerles entender, que se ha despertado de frío, porque que ya se ha ido el sol y está muy enfadada  porque, alguien, debe de haber apagado el sol...   Al tiempo que el sobrau ha ido perdiendo luminosidad la gata  sigue maullando como alma en pena recorriendo en círculo el trozo calentito donde solo hace unos momentos estaba dando el sol, luego, se queda mirando las alturas, mira atentamente la claraboya subiendo de tono su penetrante miau miau, como buscando el sol.  Y, entonces, el sobrau se llena de las carcajadas de los cuatro niños que no pueden más de la risa  a cuenta de la gata bardina de Mey que se está creyendo que ellos,  que han sido ellos,  los niños,  los que le han apagado el sol.
-¡Callar, callar un momento todosss! -dice Migue haciendo oído- ¡Qué os calléis diiigo!
-¿Qué?
-¿Por qué
-¿Qué pasa?
-Que se oye mucha bulla, escuchar -dice Migue- y un cencerro, eso es el tolón tolón de un cencerro. Hacer oído, escuchar un poco.
En el sobrau se hace el silencio, y hasta allí, suben gemidos, alaridos, llantos y lamentos desgarradores, mezclándose con los sonidos de un cencerro...
Los niños dejan todo empantanado, bajan al vuelo la escalera y en un plis-plas llegan a la calle.
-¿Qué pasa, señor? -acierta a preguntar Migue-
-Nada, ¿qué ha de pasar? que andan enterrando un burro -responde muy serio el señor -están ahí, a la revuelta.
Por el estrecho camino de sol que todavía alumbra el otro lado de la calle, ven aproximarse a la abuela de Mey con el capazo a rebosar.  Viene del comercio envuelta en la toquilla grande.
-Estos chicos, estos chicos, qué acecío llevan, hay que ver, no paran un momento.  Hala, hala, corriendo a ver los carnavales, ¿no queréis un bollico de esos de carnaval? los acabo de comprar en el horno.
-Luego abuela- dice Mey- luego lo comemos, ahora vamos a ver un entierro, aquel señor nos ha dicho que andaban enterrando un burro ahí a la revuelta.
-¡Ah! conque sí, conque eso os ha dicho..  Bueno, abrocharos bien que vais a coger un pasmo.  Un entierro, vaya un entierro- va murmurando la abuela.
En la revuelta, un grupo de gente enlutada, mozos mozas y mayores llorando a gritos, llevan entre seis una caja de cartón de grandes dimensiones cubierta con un paño negro, delante de la caja un chico vestido de blanco y colorau,  lleva una cruz hecha de palo.  Luego, mientras unos lloran, otros ríen a más no poder y todos al mismo tiempo empiezan a cantar al son del tolón tolón del cencerro que no ha dejado de tocar en todo el rato "la tía María"

"Ya se murió el burro que acarrea la vinagre,
ya lo llevó Dios, de esta vida miserable.

Que tu ru ru rú...,
que la  culpa la tienes tú.

Él era valiente, el era mohíno
era la alegría de todos los vecinos.

Ya estira la pata, ya arruga el hocico
y encogiendo el rabo me dijo adiós Perico.

Que tu ru ru rú...

Todos los vecinos iban al entierro
y la tía María tocaba el cencerro.

Blanca se ha echado a llorar y  han tenido que consolarla entre todos, todavía está hipando.  Han tenido que enseñarle la caja para que vea que está vacía y que allí no hay ningún burrito muerto que vayan a enterrar. Que es solo que están de broma, que son los carnavales...
Ya empieza a oscurecer.  Ya ha pasado "la comparsa del entierro" y ya los niños se recogen en casa de Mey, donde la abuela les ha  preparado unas tazas de chocolate caliente con una bandejita de bollos de hojaldre, esos bollos recién traídos del horno que tienen la forma cuadrada,  y el color blanco, como de nieve, que le da ese rebozado de azúcar molido.  Son los "bollos de Carnaval."  Ya días que las  calles del pueblo han empezado a oler a bollos hojaldradados.   Un perfume exquisito que sale por las chimeneas de las panaderías y que el aire  helado de febrero expande por las calles del pueblo.
Ya huele a Carnaval. Ya estamos en Carnaval.  Va comentando la gente a modo de saludo.

Canción al labrador (folklore de nuestra tierra)

  《... tira labrador los surcos  derechos a mi ventana que el labrador de mis padres acaso serás mañana. entra labrador si vienes a verme, e...