lunes, 26 de diciembre de 2016

A la hora de la merienda: Villabuena en la memoria


A la hora de la merienda, las madres nos decían:

-Coger tres huevos y los lleváis a cambiar por un cuarto de membrillo o media libra de chocolate.

Todavía recuerdo lo ricas que nos sabían aquellas meriendas conseguidas con "trueque" Aquellas meriendas dulces que tanto se hacían desear, que tanto se hacían esperar.
Por llevar no sé cuántos cascos vacíos, de cristal, en el comercio nos daban unas golosinas, o un cucurucho de castañas "pilongas" o un cucurucho de "paciencias".

(El precio a granel de las desaparecidas Paciencias, en una exclusiva tienda de ultramarinos en La Plaza Mayor de Madrid, en el año 2012 era de 15 € el kilo)

Me encontré con ellas en el escaparate de esta tienda de alimentación. No pude por menos de no pasar y comprarme cien gramos. He de confesar que junto con la alegría que me supuso encontrarme con ellas, empecé a sentir algo de arrepentimiento al comparar los precios de antes con los de ahora. Pero, es que creo..., creo que no solo compré las Paciencias. Compré además, un poco de tiempo del pasado. Y supe que era eso lo que más había encarecido el paquetito de cien gramos a granel.

El tiempo era lo más caro. Y yo, indirectamente, cometí la osadía de querer comprar esa porción de tiempo.

El nombre, el color, la forma, el olor y el sabor, eran exactamente igual a cómo yo las recordaba, y eran también el regusto del hallazgo mezclado con cierta nostalgia.

Hacía casi cincuenta años que no las había vuelto a ver por ningún lado. Ni sabía ya nada de su existencia. Y deduzco, que el tendero también lo sabía. Él sabía todo esto. Sabía, que, además, en el mismo paquete, iba incluido un trozo de tiempo. Uno de esos trozos que te hacen regresar al pasado
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Fragmento del libro Crónicas a la Luz del Candil



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