jueves, 16 de febrero de 2017

Descubriendo el Trinquete: Villabuena en la memoria


-A la derecha de la imagen el trinquete con su  tejado de pendolones

 y sus ventanas,  pequeñas, a una altura considerable-
<<... El tío-Yayo, no se llamaba Yayo, así lo llamaba la dueña del trinquete y así era como lo llamábamos los niños porque no sabíamos pronunciar bien su verdadero nombre. El tío Yayo vivía y tenía aquí su trabajo ininterrumpido de lunes a domingo más festivos, de semana a semana, de mes a mes, de año a año. Era el camarero del café-casino del trinquete. El mayordomo de la casa. El chófer del aiga de los dueños del trinquete. Era, el que, con una pequeña ayuda limpiaba todo el recinto del trinquete y se encargaba de que todo, incluida la casa y el corral, sitos en dicho recinto, estuvieran en óptimas condiciones...>>

<<... El edificio del trinquete era el más alto del pueblo después de la Iglesia. Era de forma rectangular con el suelo de cemento fino, con paredes y zócalos pintados de amarillo, con ventanas de altura inalcanzable, de techos altísimos de vigas de madera (pendolones) entre las que revoloteaban algunos pájaros. En el trinquete se celebraban grandes bailes, teatro, títeres y comedias, y se jugaba al frontón de pelota con partidas muy sonadas, entre jugadores de fuera y jugadores del pueblo...>>

<<... Al café del casino del trinquete, acudía la gente del pueblo y gente importante de fuera. Venían de otros pueblos a caballo, en coche de caballos, y en los aigas. Habían oído hablar del Gran-Casino, tenía fama, y jugaban a diario hasta altas horas de la noche. Era por la noche cuando empezaba a funcionar el Gran-Casino. Y, era también a altas horas de la noche cuando el ambiente de las apuestas alcanzaba todo su esplendor...>>

<<... Con el tiempo, en la cocina de la casa del trinquete pusieron un estanco, y entre la señora y el tío-Yayo despachaban usando de mostrador la mesa de la cocina. Y con el tiempo, el Gran-Casino albergó una escuela...>>

<<... Otra vez el tiempo que no para, se había llevado a tío Yayo. Mucho después a la señora de la casa, y así la ley de la vida. Y llegaron las herencias, las particiones, todo el recinto del trinquete se fue fragmentando en las mil y una propiedades, hasta que dejó de ser lo que había sido. El sitio está. Diferente y extraño. El edificio existe. A media altura, pero está...>>
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Fragmentos de Crónicas a la Luz del Candil. Autora, la misma.

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