Nos contaron ayer que, unos cuántos jóvenes todos varones, hijos de nuestro pueblo, se fueron a América cruzando el océano Atlántico hasta la América-Hispana, Hispano-América, Latino-América o América Latina, recién comenzado el siglo XX.
Que la travesía, a bordo de aquellos barcos, duraba meses.
Que salieron ligeros de equipaje porque no había con qué llenar aquellas maletas de cartón, aquel macuto casero hecho de loneta o ese otro macuto-verde aceituna regalo de la mili.
Que la travesía, a bordo de aquellos barcos, duraba meses.
Que salieron ligeros de equipaje porque no había con qué llenar aquellas maletas de cartón, aquel macuto casero hecho de loneta o ese otro macuto-verde aceituna regalo de la mili.
Marcharon ligeros de equipaje, ligeros de preparación profesional e intelectual, ligeros de todo, con una cartera-monedero también precaria de reales y billetes.
Solo llevaban el idioma en común y en él viajaban todas sus esperanzas para poder realizar ese sueño que portaban todos "hacer las américas" y con lo conseguido, procurarse un buen porvenir y regresar al pueblo para vivir con holgura una estabilidad económica de por vida.
Solo llevaban el idioma en común y en él viajaban todas sus esperanzas para poder realizar ese sueño que portaban todos "hacer las américas" y con lo conseguido, procurarse un buen porvenir y regresar al pueblo para vivir con holgura una estabilidad económica de por vida.
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