DON ELOY
<< ... Mi abuelo, originario de Malva, fue el médico del pueblo durante cuarenta años, desde la década de 1920 hasta finales de los 50. No lo conocí, falleció cuando yo contaba con 15 meses. A mi abuela, toresana, tampoco la conocí, había fallecido 9 años antes de mi llegada. Tuvo nombre de fadista: Amalia. De ella sé pocas cosas, una es que cuando tenía un año de edad a la niñera que la arrullaba en el balcón de un primer piso se le escurrió entre los brazos. Arrastró secuelas durante toda su vida. También se cuenta que era tan tetuda que se reclinaba ligeramente en un sillón y acomodaba un plato en perfecta horizontalidad entre las tetas para dar la papa a algún nieto. No sé si habrá alguna exageración en eso, pero si ese era el gusto de mi abuelo, explica mucho de mi tendencia.
De mi abuelo construí una imagen que está a medio camino entre don Quijote y Sancho. A veces venían de Chaquinote de madrugada a buscar al médico a caballo, él tomaba el jaco para llegar lo antes posible y el mensajero volvía a Chaquinote en burro, así, acabada la consulta, podía regresar a casa en burro, ya sin tanta prisa.
En 1936 hubo 10 fusilamientos en el pueblo. Estos se ejecutaron el segundo día de visita del escuadrón de fusilamiento. El primer día les llevaron a las traseras del cementerio. Mi abuelo allá fue a hablar con los asesinos y pudo convencerlos salvando así diez vidas. A los pocos días, en la segunda visita, esta vez con mandos venidos desde Zamora, lo intentó, pero una pistola en el pecho acalló sus argumentos, salió pálido del Ayuntamiento y pasadas pocas horas ocurrió lo peor ...>>
... fragmento más fotografía
extraído de la publicación en "Villabuena en la Memoria"
por Emilio Rubio (su nieto) ...
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Don Eloy Rubio Mateo.
Una de las personas m�s respetables del lugar en esta �poca de guerra y posguerra, fue aquel medico que cubri� la plaza al fallecimiento de don Marcelino �el gallego�, llamado don Eloy Rubio Mateo, el cual estuvo en el pueblo hasta su fallecimiento, casado con Amalia Samaniego; este hombre era tan familiar para los vecinos, que �l mismo buscaba los hogares de los enfermos, en vez de los enfermos buscar la casa de ese m�dico legendario. Se recuerda el celo de este se�or en su profesi�n, que si ten�a que marchar fuera del pueblo, a Toro, Zamora, Salamanca...., antes de partir hac�a la visita a sus enfermos aunque fuera de noche todav�a.
Se recuerda que Eugenio V�zquez, por estas fechas, se encontraba refugiado en su casa huyendo de la justicia, al haberse escapado de la c�rcel (como preso pol�tico) por el delito de no pensar igual que los amantes de la dictadura franquista, a pesar de haber tenido casi finalizada la carrera de cura.
Su esposa Justa Gonz�lez, se encontraba enferma, y don Eloy ese d�a deb�a viajar a Zamora y antes de que fuera de d�a, comenz� la ronda de visita a sus enfermos; al llegar a casa de Justa empuj� la puerta de dos hojas y penetr� en la habitaci�n que ocupaba la enferma, pero se dice que con ella se encontraba su esposo (ya que el d�a, para no dejarse ver, lo pasaba en una bodega que la vivienda ten�a en el corral), �ste al sentir la puerta tuvo que tirarse debajo de la cama y en lo que el m�dico reconoci� a la enferma all� se qued�.
El secreto de si lo vio el medico o no, se lo debi� de llevar don Eloy al otro mundo, pues nunca se supo si fue visto o no, ni se supo nada para que pudiera peligrar la vida de Eugenio V�zquez.
... fragmento del libro de Ricardo Hernández Muñoz. (mi tío paterno)
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Caída en La Peña
Era domingo por la tarde las amigas habían salido de paseo a La Peña como tantos otros, como tantas veces por el mismo camino, por la misma senda, por las mismas pisadas. En la subida a la Piedra las Nueve asentaban los pies en un caleño que aparentaba ser un saliente de roca firme, pero esa tarde de domingo el caleño o su pie cedieron y la niña bajó por el precipicio hasta que la ladera quiso detenerla.
Cuando las amigas pudieron llegar hasta ella vieron su cara y su vestido ensangrentados. Emprendieron el camino al pueblo. Sangraba por la boca y por la nariz y llevaba la mitad de la lengua colgando en un hilo que ella misma sujetaba con la mano.
Don Eloy, el médico del pueblo, le diagnosticó, además, rotura de nariz, le cosió también la lengua con el instrumental del que disponía por aquel entonces, eran los años treinta, y aquella niña era mi madre.
Quiero dejar constancia de ello porque también la recuperación fue muy dura, los que la conocieron lo saben. Y quiero elogiar la atención del médico porque con tan escasos medios hizo una cirugía, impecable, que para sí quisieran los cirujanos plásticos de hoy en día.
(A la memoria de mi madre)
Yo era muy pequeña, pero todavía recuerdo al médico del pueblo, era mayor, tenía el pelo blanco, lo recuerdo muy ágil y habilidoso. La gente estaba tranquila y contenta por tener a este doctor para siempre, "en propiedad"
<<... Tráigame usted una cuchara que le miramos la garganta, decía el médico (don Eloy), nada más llegar a casa de los pacientes con gripe. Mi madre ya se la tenía preparada, la había colocado con mucho esmero, boca abajo, en el centro de un plato liso donde se la ofrecía al doctor a modo de bandeja, y ya estaba la niña haciendo arcadas con solo imaginar el rabo de la cuchara presionándole la lengua. ¡Vamos, vamos, que esto no es nada, di aaa! ...>>
Don Eloy, así es cómo lo recuerdo, tal cual está en estas fotos,
y en seguida me-vienen "las onzas de oro"
_ Isa_
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