Recuerdos infantiles de Semana Santa y sus vísperas, en los años 50 / 60 del siglo XX.
La Iglesia parecía estar triste con todas las imágenes cubiertas con paños oscuros, morados o negros, como mandaba la tradición.
Cómo olvidar al impresionante Jueves Santo. Al silencio de las campanas. Al ensordecedor ruido de matracas y carracas llamando a la celebración de Los Santos Oficios. A los bares cerrados. Al silencio sepulcral del salón de baile con los cuarterones de las ventanas echados donde no se oía ni el aire. Al cine, solamente proyectando películas religiosas o nada. A la exclusiva programación de la radio con el repertorio musical de las marchas procesionales.
A las visitas a la Iglesia, a la Iglesia abierta de noche y de día. A la Virgen enlutada. A la Procesión del Silencio. Al Sermón de las Siete Palabras, que el señor cura pronunciaba entre la rotundidad, la elocuencia y la vehemencia, desde lo alto del púlpito, con la iglesia abarrotada de fieles y el eco de sus palabras resonando con fuerza entre los muros de piedra.
Y, al traje de terciopelo negro de la Virgen de luto cubierta con un velo de gasa largo. Cuando mirabas su cara, difuminada a través del velo negro, se podía adivinar un rictus de amargura como si estuviera llorando.
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