(...) Una tarde de trilla. Una tarde de estas entraba dentro de la normalidad durante el mes de julio. Pero la tarde se complicaba cuando empezaba a ponerse nublo, que lo veías venir, y ya empezabas a preparar, por si acaso había que recoger de prisa. Pero la tarde se complicaba mucho más cuando se presentaba, de improviso, una tarde nubla que te podía pillar durmiendo la siesta, o en la huerta, o en la era con la parva a medio trillar y había que recogerla igualmente a toda prisa antes de que se lloviera.
Las tardes nublas de bochorno, canícula, calor pegajoso y cielo grisáceo, el respirar se hacía denso y pesado. De repente tiemblan las hierbas secas de los tejados y relampaguea en el cielo oscuro y polvoriento. De repente todo se hace viento. A las bufaradas del aire los corremundos empiezan a volar, y el airón en un tris tras, trae polvo y más nubes oscuras y verdosas, las abre en claros, las vuelve a cerrar, a traer y llevar, será tormenta de aire, tormenta seca.
De repente, a lo lejos, se ven entrar por el camino unas brujas de polvo, y, al momento, están levantando tramos de las parvas, y ruge un trueno, y tiran al suelo y salen rodando unos haces de lo alto de las mederas, será tormenta de aire, pero en un santiamén se oscurece más el cielo, se pone negro, y el aire empieza a oler a tierra mojada, hay que salir muy agudos a recoger la parva, a medio trillar, y barrer el solero para que la lluvia haga el menos daño posible en las eras (...)
(Se barre el solero con escobas de ajunjeras o de abaleo, las hacían los padres, le daban forma y sujeción con lías. Estas escobas barrían muy bien las eras).
- Fragmentos de Crónicas a la Luz del Candil
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