... en las noches interminables del invierno aprendíamos de la sabiduría de nuestros mayores como si estuviéramos asistiendo a las clases de la escuela, en una escuela especializada, donde se acumulaban todos los conocimientos trasmitidos de generación en generación, toda esa experiencia que nos traspasaban con su cultura vívida de padres a hijos, de hijos a nietos. Ese aprendizaje se quedaba adherido a los huesos, a la mente, al alma, y te hace echar raíces en un suelo firme, raíces tan profundas que fueras donde fueras, crecieras cuanto crecieras te harán volver irremisiblemente. A pesar de la dureza del clima, de la vida sacrificada y austera. Pero una vida tan rica en valores humanos. Valores que te traerán una y otra vez de vuelta a tus orígenes contagiado por el amor a la tierra, contagiado por el amor a los tuyos.
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