sábado, 9 de abril de 2016

El caso de la viga-culebra (10ª parte

-Buenas noches nos dé Dios -saluda el señor cura haciéndolo extensivo a todo el personal sentado alrededor de la mesa- aquí me tiene alcalde. Estaba a punto de irme a la cama, usted sabe que suelo acostarme temprano por eso de la misa de ocho, espero de usted, que lo que acontece, sea lo suficiente significativo como para alterar mis horas de sueño, y con esta niebla, que yo, a decir verdad, así lo creo, pues, por eso mismo, porque nos conocemos, y sé que no me haría venir a estas horas si la cosa fuera una simpleza, una futilidad.

-Buena noches tenga usted padre -responden todos a la vez.

El señor alcalde toma la palabra y pone al señor cura en antecedentes, solo un poco por encima, porque como dice él mismo, prefiere que oiga lo que allí se va a relatar 

-Adelante Celia. Habla.

-¿Aquí..., delante del señor cura...?

Celia, un poco abrumada, comienza a repetir, palabra por palabra, el relato anterior y a continuación   lo sucedido en el pueblo de Roales.

-Pues, pues yo me vine a escuchar por la ventana..., claro, cualquiera se quedaba en casa con la intriga no hubiera podido pegar ojo.  Porque si no se lo han dicho Gervasio y Gabriel o Asun y Laly me contestaron pero bien, me dijeron que me metiera pa dentro, a mí, pa dentro a mí, y me acababan de soltar que iban a culebras tamaño viga y, a mi se me vino en seguidita a la cabeza el caso de Roales que como me lo contaba mi difunto pues miren ustedes por donde, no había salido jamás de mi boca pa nada y fue verlos a los cuatro y a más con esa contestación y la cabeza no me dejaba en paz de tantas vueltas que me daba y...

-Vamos Celia no te me vayas a ir por las ramas -insiste el alcalde.

-Sí señor.

"Alfonso, dicen que se llamaba el chiquillo de Roales, un pueblo de Zamora. Alfonso tenía un tío en las Américas de esos que emigraron.  En uno de sus viajes a Roales, este señor, le trajo al chiquillo una culebra mu bonita metida en una caja de zapatos que, a Alfonso le encantó  -es la cría de una anaconda-  dicen que le dijo su tío- vamos a ver si se aclimata a esta tierra, quizá no te dure mucho. El chiquillo estaba que no cabía en sí de gozo con el regalo de su tío.

Pronto la caja en la que se la había traído se le quedó pequeña a la culebra, y eso que solo tomaba leche, que el chico le daba a raudales porque era pastor de ovejas y la llevaba con él a pastorear y le daba toda la leche que él creía que precisaba y más. Y aquello es que era un crecer y un aumentar a diario.  Ya más grandecita comía ratones, ardillas y tolos insectos  que pillaba aunque seguía gustándole, lo que más, la leche, y todo lo echaba en crecer y cada vez más tenía que comer más pa alimentar aquel cuerpo que empezaba a agrandarse de forma exagerada. 

Alfonso también se hacía mayor y fue llamado a filas, y sintió mucho tener que abandonar el pueblo, los amigo, la familia, la culebra..., porque nunca había salido de allí ni se había separado de su familia ni de la culebra, ni la culebra de él y la tuvo que dejar. En casa no querían tener ese bicho, y la dejó suelta por el campo. El animal tenía que comer, a ver, como todos, y por ella misma tenía que buscarse el sustento, así llegó el día, y como se estaba haciendo tan grande, pues, empezó a atacar corderos y las crías de las caballerías, o séase, del ganado de labranza... y en fin que echó un cuerpo a lo largo y a lo ancho que pa qué.  Los vecinos empezaron a llamarla la culebra asesina, y salieron a darle caza, pero no hubo manera, no se dejaba ver.
Y en un permiso de Alfonso le pidieron todos que había que matarla, porque eso era un peligro y que algún día iba a ocurrir una desgracia, pero él como que no tenía valor, tal era el cariño que le tenía, pero a ver, tuvo que hacerlo el muchacho, y fue en busca de ella, pero la culebra parece ser que ya no lo conocía, y huía.  El chico se acordó de que acudía a su silbidos, y silbó y salió, pero no debió reconocerlo, porque así como apareció desapareció, el chico vio su cabeza entre las copas de los árboles, en un visto y no visto... Menuda impresión. Afonso se asustó al ver aquella cabeza de dimensiones monstruosas ¿cómo había podido agrandarse tanto el animal?

Entonces, dicen que se fue a por un caldero de leche, una lanza y un espejo grande, puso el caldero delante del espejo, y él se escondió detrás. Silbó, silbó y el bicho fue atraído por el silbido y por el olor de la leche a la vez que se miraba en el espejo, el animal, creyéndose que había otra culebra se quedó plantificada delante del espejo retorciendo el cuerpo y moviendo la cabeza a un lado y a otro y de repente se cegó con los rayos del sol que chocaban en el espejo y en ese momento  salio Alfonso,  y con dolor de su corazón, le clavó la lanza y le dio muerte y, había sido tal el sentimiento del chiquillo que con tanto cariño la había cuidado y criado que le invadió una pena mu grande por haberla tenido que matar y dicen que buscó refugio en la Iglesia que le pedía a la Virgen piedad para él y para el animal y le contaba a la Virgen del Camino el agradecimiento del pueblo y la poca culpa que había tenido la boa, que se quedó sola y de comer lo que comía, porque la serpiente qué iba a saber si hacía bien o mal, si daba miedo o no a las personas si se había criado con una persona...

Y, eso, que se había hecho pero que mu grande y tenía que comer..., y por la rareza del bicho y tamaño que hasta resultaba bonita y todo, pero que llegó a ser temible, jamás en la vida habían visto un ofidio de semejante tamaño ni cosa parecida que se  conociera..., y se acordó que se disecara y se colgara allá en la Ermita como donación en agradecimiento por, no haber causado víctimas humanas, por los siglos de los siglos.

Aunque había quien contaba que la culebra había matado a varias personas. Esto era lo que mas miedo me daba, porque ¿y si era verdad? Pues eso, que el pueblo estaba atemorizadico, mire usté y yo también, sin haber vivido en ese pueblo, cuando me lo contaba mi difunto... ¡válgame Dios qué de miedo pasaba!  No quiero ni acordarme ya. Y, hasta aquí puedo contar, ya no sé na mas.  

Canción al labrador (folklore de nuestra tierra)

  《... tira labrador los surcos  derechos a mi ventana que el labrador de mis padres acaso serás mañana. entra labrador si vienes a verme, e...