<<...Salimos a la calle al tiempo que nos sorprende una bruja de polvo haciendo rodar los corremundos, los entretiene y luego los levanta en el aire y se los lleva por medio la calle. Los niños los perseguimos a risas y gritos a la bruja hasta que coge altura y se sube por los tejados. Los padres se han tapado la cara con las manos, esta bruja lleva mucho polvo, dicen. Casi debíamos irnos ya pá dentro, dice la vecina.
Los niños estábamos contentos de que hubieran llegado las noches de sentarse al fresco, sacar las sillas a la calle y estar ahí con todos. Había noches que, al momento de habernos sentado se levantaba el aire y nos volvía a meter en casa. Entonces los mayores abrían el portal, metíamos las sillas y nos quedábamos tomando el fresco en el pasillo de casa con los vecinos y con una chaqueta echada por los hombros.
Mirar, ya se paró el airón, conque si os parece, vamos otro poco a la calle, pero no dejarse la chaqueta por si acaso. Y salimos medio a oscuras a sentarnos de nuevo en la calle con la última claridad de los días más largos al tenue resplandor de la bombilla de la esquina y alumbrados también, con las luces de los cigarros de los hombres. Los niños mayores se han ido a jugar a la Zágala y los pequeños nos quedamos "al ala" de los padres correteando a su alrededor, tal como ellos ordenan; sin perderlos de vista.
Poco después, las madres se levantan de las sillas para ir a buscar a los chicos mayores, a los que juegan a la Zágala. Dicen que se ha hecho muy oscuro, que si quieren seguir en la calle un rato más tendrá que ser "pegaditos" a ellos, a los mayores, si no, a la cama. Que esta noche la luna no sale hasta muy tarde. Después los hombres se pasan la petaca de picadura, los libritos, los chisqueros y la caja de cerillas, dicen que van a echar el último cigarro por hoy.
A lo lejos se oyen los cric cric de los grillos poniendo sonidos a la noche...>>
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