En agosto 2021 y en agosto de 2020 andábamos entre la fiesta no fiesta, desleídos, angustiados, no por no poder celebrarla en todo su esplendor en toda expansión, en toda la extensión de la palabra fiesta, andábamos pesarosos, preocupados, con la respiración contenida, presionados y aprisionados por "esto" que nos habita, este "personaje" micro microscópico, que dirige la vida de todos en todo el planeta. En su prolongación en el tiempo arrebatando la esperanza, esa a la que nos aferramos y estiramos como si fuese elástica sin peligro de romperse, dándola de sí confiando en que su resistencia no nos abandone, en que siga firme sin ni siquiera agrietarse, en que no nos rompa los anhelos de superación.
Y como sin darnos cuenta, hoy estamos a jueves, 19 de agosto del año 2021 y las primeras hojas muertas de los árboles empiezan a alfombrarnos el suelo... También las estaciones naturales del año se nos presentan trastocadas a velocidad de vértigo, inundadas de catástrofes naturales que también se nos hacen totalmente nuevas con las que no estábamos familiarizados. Cuando ocurrían estas tragedias ocurrían tan lejos de nosotros, pero tan lejos que a nosotros no podían ri siquiera rozarnos... Pero eso era antes, ahora es como si a nuestro planeta Tierra se le hubiese desplazado el eje centrifugándonos a todos cual ropas dentro de una lavadora.
De tener el poder de planificarlo todo a no poder planificar nada, a paralizarse y paralizarnos a todos, a romperse la vida conocida... A no saber si podrá recuperarse, a no saber si volverá a ser cómo antes era. O sí, sí, ya sabemos, ya hemos aprendido que no volverá a ser como antes era. Absolutamente todo ha cambiado, la situación ha cambiado a toda la humanidad. Habrá otras formas de vivir, inmediatas, ahora inimaginables...
Mientras, transcurre, transcurrimos imbuidos en el M I E N T R A S T A N T O, que no es poco. Mientras agradecemos estar vivos. Mientras nos duelen todos los muertos...
No me atrevo a llamarlo 1ª plaga-bíblica del siglo XXI. Solo ha sido un pensamiento fugaz.
La no-fiesta ha pasado ya dejando un sedimento de vacío en cada uno de nosotros, solo ha pasado un día desde que acabara la fiesta oficial del calendario, cada cual ha vuelto a su encrucijada, a sus cosas, a lo que deja hacer la vida-actual contaminada de Covid-19. A seguir esperando, ante la impotencia pedimos salud para contemplar el paso del tiempo que ordena las cosas del orbe.
Nos falla la confianza, se nos tambalea, cuando el mal se prolonga en el tiempo teniendo como se tiene a todos los científicos del mundo dotados de todos los medios necesarios para su investigación y, sin embargo, el mal continua prolongándose en el tiempo... Lo que sabemos de antaño, lo que nos contaron en otras situaciones similares, era que el vacunado ya estaba exento, que la persona que había pasado la enfermedad ya era completamente inmune, estos eran nuestros patrones. Actualmente vueltos del revés y devoradores de esperanza. El comportamiento enrevesado de este virus no hace más que aumentarnos la incertidumbre y el miedo, el miedo es aterrador. El miedo a un futuro, a cómo será la vida de los jóvenes y de los niños de ahora mismo...
En esta cura de humildad no busquemos culpables, todos lo somos.
En nuestros adentros nos explota el recuerdo de esa forma de vida que se nos fue y que hace apenas nada considerábamos eterna, intocable, indeteriorable al menos de esta forma tan brutal, tan atenazante, jamás pensamos ninguno de nosotros en la aparición instantánea de "algo" que nos parara la vida y que nos hiciera sentir tan, tan impotentes. Nos creíamos dioses, lo habíamos conseguido controlábamos todo, controlábamos el mundo-mundial, cada uno el nuestro a nuestra manera estaba en nuestras manos como aquella bola del mundo representada en esfera-globo de la película de Charles Chaplin donde el mismo protagonista, Charlot, maneja la esfera del mundo como si fuera una pelota, era una pelota hecha del material ligero de un globo infantil... Así, cada quién, teníamos nuestra "pelota" y la manejábamos a nuestro antojo, invencibles, o eso nos creíamos todos nosotros.
Con todo y eso, aún así, el instinto de supervivencia persiste y crece. Vencerá, venceremos.
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