martes, 29 de diciembre de 2015

El caso de la viga-culebra (3ª parte




Rufo -Digo Santos, que esta viga se mueve, qué digo se mueve ¡que se alza  párriba y todo!

Santos -¡Anda mi madre! Andarás mareau..., pues a decir verdad, que no quería decirte
 nada..., yo también me siento como mareau tú. Como si avanzáramos.

Rufo -Esa sí que es buena, que diga, mala, ahora vamos a estar los dos mareaus. Ahora me entero yo de que los mareos son contagiosos..., ahora me entero.

Santos -¡Escucha! ¿No oyes algo entre tanto silencio?

Rufo -¡Quieto, calla, ni respires!

Y los dos a la vez se sorprenden, es como un silbido SSSSZzzzz ssssssssaaaaaaahhhh. No era otra cosa que la velocidad de la viga rozando el aire y rasgando la espesura de la niebla.
Ahora sí que está anocheciendo. Un sudor helado recorre el cuerpo de Rufo y Santos, y no, no era la empapadura de la niebla aguada. Los dos se inclinan sobre la viga apoyándose en ella medio de bruces para evitar mareos para resguardarse del aire rociado o para cobijarse del miedo. Y tocan y palpan y vuelven a palpar la superficie de la viga, porque eso, al tacto, es blando, que ahí no hay madera...

Santos -¡Nos tiramos a la de tres!

Rufo- ¡Quieto, quietico ahí! ¿Onde vas a ir que mejor estés, a onde vamos si no se ve el suelo..., ni se ve na ¿ande crees que vas? ¿Y la altura que hemos cogido?  Esos, eran los mareos..., esos, ahí vamos planeando como un papel, como uno de esos aviones que hacen los chicos con cachos de papel.

Santos -"Perdidos en el espacio sideral -que dice la radio- los encontraron por las alturas, dentro de un globo de esos de hidrógeno, volando, dando tumbos, suspendidos en lglobos  estratosféricos..."  Si no nos estontonamos por ahí, será de milagro.  Creo que está empezando a írseme el sentido Rufo, y a ti, ya verás cómo empieza a desaparecerte también

Como quiera que la viga coge velocidad y despeja un poco la niebla, a su paso acelerado, se hace un poco la visibilidad, se hace aunque no muy clara, lo suficiente para poder ver en aquella viga blanda, como acolchada, que no solo es que pueda ser  de piel, es que es, y además, luce unos dibujos muy guapos, y, antes de que Rufo y Santos puedan reaccionar ya han llegado a las mismas puertas de su casas. Y como si fuera una aparición, se hacen visibles delante de sus mujeres...

-¡Por Dios Santo, si se han presentau como dos aparecidos...!  -exclama María.

-¡Válgame el Señor, si se han manifestau como dos fantasmas! -Dice Vito- Andar, andar pá dentro.

Y los cuatro entran en casa de Vito que está un pelín más a mano.
En la más grande desesperación y allí en las mismas puertas de las casas,  están las dos mujeres, María la sabionda, y Vito la salpimienta.., armadas con un farol cada una. Rufo y Santos, dudan de que las mujeres hayan visto el vehículo que los ha vaciado allí mismo porque la niebla es todavía más espesa que en el propio campo y casi no se divisa ni el resplandor de los faroles que llevan las mujeres. Santos y Rufo si antes apenas podían andar, ahora se han quedado sin habla, no le sale la voz, solo pueden pensar que han vuelto a casa en un santiamén a lomos de una especie viga-culebra...

Vito y María nada más verlos le espetan que los vecinos Gabriel y Gervasio han ido a dar parte al alcalde, como desparecidos..., y los cosen a preguntas, pero ellos no articulan ni sílaba, y las mujeres le preparan un caldo calentito y atizan la lumbre -a ver si así reaccionan al calorico y recuperan el habla- dicen las señoras. 

Y al rato, al tiempo que llegan el señor alcalde y señora, con Gervasio y Gabriel, alumbrados con los faroles que portan los vecinos, Rufo y Santos balbucean y medio farfullan algo en un tono muy bajo, apenas audible.

Santos -Que..., ¿cómo hemos llegau María? Pues en una viga

Rufo -Di que era una culebra...

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Fin de la 3ª parte



domingo, 13 de diciembre de 2015

El caso de la viga-culebra.( 2ª parte.




Y así mientras hablan y andan se les evapora el sentido del tiempo y se salen del pueblo sin darse cuenta, y se desorientan, no encuentran nada conocido, no se ve, no encuentran ni el camino de regreso y se cansan más que se asustan, apenas pueden seguir andando y eso sí que les da más miedo.

Rufo -Cuidau, cuidau, que no te des con los espinos, que nos traga el espino. Umbra, penmbra, ni el sol ni la luna, ni cuasi los dedos de las manos se ven, y los de los pies que andan más lejos..., pa qué decir...  ¡Que no te adelantes ni una miaja Santos!

Santos -Ahí paice que..., sí, mira, ahí mismito Rufo, unas vigas, vamos a sentarnos a descansar un ratico que las piernas ya no nos sujetan.

Rufo -Bueno, pero na más que cinco minutejos, y seguimos ¿onde dices que están las vigas?

Santos -Mismamente aquí. Seguimos, ¿pa dónde, dí, pa dónde? Norte, sur, este, oeste, hemos recorrido los cuatro puntos cardinales y no salimos del mismo corro, y vuelta a empezar, que no sabemos ni onde estamos, ni tú ni yo lo sabemos Rufo, acétalo.

Rufo -Digo yo que esto tié que ser lo más parecido al cielo que tenemos aquí en la Tierra y que veremos en vida...

Santos -¿Cuál?

Rufo -Esto mismo, esto de andar entre las nubes...

Santos -Pa remate. ¿No nos habremos muerto?

Rufo -Lo digo en serio Santos.

Santos -Yo nunca he hablau tan en serio como en estos mismos momentos, Rufo.

Y a los dos les entra una risa nerviosa que le impide seguir hablando.  Rufo respira hondo,  deja pasar unos instantes en silencio y retoma la palabra.

Rufo -Cuando niño oí decir a los mayores que si tirabas un puño sal a lo alto, se disipaba ese trozo de niebla, ese espacio donde daba la sal.  Lástima que no tengamos un poco sal aquí porque hubiera sido mejor que esa idea de traernos el farol, digo yo.

Santos -Pues yo eso ni me lo creo, ya ves tú.

Rufo -Habrá que probar primero, digo yo. Ya lo haremos si salimos de esta.

Cada paso que dan es incierto, el suelo ha ido desapareciendo entre las nubes, van en dirección al montón de vigas que creyó ver Santos y, ¡pun! se tropiezan con ellas. Curiosamente caen encima de una viga que está a media altura del suelo y caen sentados, sentados a pernacachón con los pies colgando, no entienden cómo han caído así, ni quieren pararse a pensarlo, están mas que agradecidos de poder sentarse un rato.  Pero, cuando empiezan a sacar gusto al descanso...
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Fin de la 2ª parte

Domingos de cine

    El cine Norte era además salón de baile y teatro. Tenía muchos bancos de madera que alineaban rellenando todo el aforo, todo el espacio ...