lunes, 26 de diciembre de 2016

A la hora de la merienda: Villabuena en la memoria


A la hora de la merienda, las madres nos decían:

-Coger tres huevos y los lleváis a cambiar por un cuarto de membrillo o media libra de chocolate.

Todavía recuerdo lo ricas que nos sabían aquellas meriendas conseguidas con "trueque" Aquellas meriendas dulces que tanto se hacían desear, que tanto se hacían esperar.
Por llevar no sé cuántos cascos vacíos, de cristal, en el comercio nos daban unas golosinas, o un cucurucho de castañas "pilongas" o un cucurucho de "paciencias".

(El precio a granel de las desaparecidas Paciencias, en una exclusiva tienda de ultramarinos en La Plaza Mayor de Madrid, en el año 2012 era de 15 € el kilo)

Me encontré con ellas en el escaparate de esta tienda de alimentación. No pude por menos de no pasar y comprarme cien gramos. He de confesar que junto con la alegría que me supuso encontrarme con ellas, empecé a sentir algo de arrepentimiento al comparar los precios de antes con los de ahora. Pero, es que creo..., creo que no solo compré las Paciencias. Compré además, un poco de tiempo del pasado. Y supe que era eso lo que más había encarecido el paquetito de cien gramos a granel.

El tiempo era lo más caro. Y yo, indirectamente, cometí la osadía de querer comprar esa porción de tiempo.

El nombre, el color, la forma, el olor y el sabor, eran exactamente igual a cómo yo las recordaba, y eran también el regusto del hallazgo mezclado con cierta nostalgia.

Hacía casi cincuenta años que no las había vuelto a ver por ningún lado. Ni sabía ya nada de su existencia. Y deduzco, que el tendero también lo sabía. Él sabía todo esto. Sabía, que, además, en el mismo paquete, iba incluido un trozo de tiempo. Uno de esos trozos que te hacen regresar al pasado
.................................

Fragmento del libro Crónicas a la Luz del Candil



domingo, 18 de diciembre de 2016

El sumarro en la cena de Nochebuena



En el pueblo reina la helada, las capas de escarcha pintan el suelo de blanco, después la noche la hace brillar como si alguien hubiese derramado por el suelo unos paquetitos de polvos brilla brilla. El humo de las chimeneas llena las calles de olor a cena de Nochebuena. En el Nacimiento colocado en la repisa de la ventana, las figuritas de papel recortable, tiemblan al aire que se cuela por la rendija del cuarterón.

A media tarde en las brasas de la lumbre que se han ido haciendo a intención, las madres han puesto una trébede o una parrilla. Han descolgado el sumarro en adobo que se oreaba colgado de un varal al frío de diciembre, lo limpian, lo abren un poco más, le dan unos cortes en la parte superior y lo colocan sobre la trébede que se vaya asando al calor de las brasas incandescentes.

Durante horas habrá que cuidar la lumbre y las brasas para que la temperatura siga uniforme y moderada y habrá que cuidar del sumarro, ahora volviéndolo de un lado luego volviéndolo del otro hasta que se termine de asar que será justo a la hora de la cena.

De cuando en cuando, unas gotas de grasa chisporrotean el hogal. A los que están sentados al humor de la lumbre los levanta de un brinco y los hace retirar la sillas al temor de los chispazos. Pero todo queda en risas

Los niños, bien abrigados, alborotamos dentro y fuera de casa, yendo y viniendo a calentarnos los pies y las manos, andando y desandando las calles impregnadas de ese olor a Navidad que sale por las chimeneas. Nos quedamos pegados al cristal de los escaparates del comercio sin sentir el frío que acusan los pies, las manos y las caritas escareadas. Todos cantando villancicos y poniéndole música con las modernas panderetas de plástico decoradas con motivos navideños, otro niño toca, orgulloso, la zambomba que él mismo se ha hecho con un trozo de la vejiga del cerdo.
............................................................
Mientras, se ha ido asando el sumarro de la cena de Nochebuena sin pensar en si es o no una cena saludable, solo disfrutándola. Bendito sea.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Quintos: en la noche de Nochevieja pedían, de casa en casa, los "estilos y costumbres"



- Campamento Monte la Reina. Zamora año 1960 -

"...Amanecía el primero de enero. El Día el Año. Este día continuaba la fiesta de quintos. A los niños nos despertaban los tintineos de almerez y las voces de los quintos pidiendo el aguinaldo, cantando con el tono de siempre, letras de canciones diferentes que ellos mismos sacaban cada año según iban entrando en quintas.

Buenos días buenos años
a tu puerta hemos llegado
si quieres que te cantemos
sácanos el aguinaldo.

A tu puerta hemos llegado
cuatrocientos en cuadrilla
si quieres que nos sentemos
saca cuatrocientas sillas.

Marchaban los quintos, de calle en calle, bien abrigados y calzados con sus leguis, típicos, de material duro. Los mayores, orgullosos, de verlos, hablaban "cómo pasa el tiempo, ya ves, dentro de nada ya los tenemos sorteaus

Hablan de cuando ellos hicieron la mili -para mili mili, la de antes, de años y años- Hablan de los que iban por milicias, de los reemplazos a África, con lo cerca que tenemos Monte la Reina me cagüen tal... Hablan de cuando ellos iban a oír el sorteo, del que se iba voluntario poder aprender un oficio o estudiar, de los que se libraban porque coincidían con otro hermano o porque no tenían padre o por no dar la talla, o por tener los pies planos..."
............................................

Fragmento de Crónicas a la Luz del Candil

jueves, 8 de diciembre de 2016

Villabuena en la memoria: Los cuentos de miedo daban más miedo


"Hoy no vendría nadie a casa después de cenar, ni nosotros saldríamos a ningún lado. La anochecida se había puesto muy mala. Se había levantado ese airón que mete a la gente en casa. No hace noche de visitas. El frío y el aire se adueñan de la calle. La fuerza con que sopla hace sonar las puertas viejas. Ruge y silba alrededor de las casas y se hace oír empujando sus lamentos por el hueco de la chimenea como bramidos lejanos.

"Zumba sumbeiro, que yo buena obrigadiña me tengo"
      Decían los mayores para sacudirnos el miedo.

Con el aire, la luz eléctrica iba y venía a su antojo. No se podía coser, ni leer, ni hacer punto, ni dibujar. Hasta la hora de irse a dormir solo se podía hablar y contar cuentos.

A la luz del candil y al resplandor de la lumbre, las sombras se movían con el titileo de las llamas. Los cuentos de miedo daban más miedo y los cuentos de risa daban menos risa, pero sí nos entretenían y hacían que desviáramos la atención de los sonidos del viento"
...........................................

Fragmento de Crónicas a la Luz del Candil

lunes, 5 de diciembre de 2016

Casas de tapial: Villabuena en la memoria XVII



Las casas de piedra y pizarra se construían en las zonas donde proliferaban estos materiales.

En el valle del Duero, en las zonas llanas de las riberas, predominaban las casas de tapial o adobe con armazón o tejado vegetal; como vigas de madera, cañizo, junco, carrizos y por encima  una capa de barro amasado con paja, cubriendo el acabado del tejado para terminar con la reconocida, agradecida y todavía actual teja árabe.

Muchos nos hemos preguntado por qué en las casas de antes, las de nuestros bisabuelos y tatarabuelos construidas allá por el s.XIX  ¿Por qué para entrar en estas casas había que bajar unos cuantos escalones aunque estuviesen construidas en suelos llanos?

Tanto los suelos de los pajares, paneras y casas, sin cimentar, se escavaban para sacar la tierra con la que construir el tapial, las paredes maestras más anchas en su parte baja y adelgazadas según iban tomando altura. La base de la casa asentaba en una hondonada similar a cuevas o tudas. Apenas tenían algún ventanuco, que no ventanas porque por ellas se colaba el frío y el calor y además había que"vestirlas" tapar los huecos; querían decir que era un gasto tener que comprar marcos ventanas  cuarterones...visillos, cortinas, cortinones...

Estas casas excavadas se las fabricaban los moradores,se ayudaban entre unos cuántos hombres. En ocasiones, se topaban con manantiales, y si les resultaba imposible hacer un desvío del agua, enterrar, entoñar, o controlar el manantial haciendo un pozo para el consumo, tenían que desistir de la construcción de la casa y buscarse otro sitio.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Los barros están secos y duros como piedras


La tarde es como muchas tardes de invierno. Por los tejados y rincones de las calles donde no han llegado los rayos del sol empieza a brillar la escarcha perenne. Al solombrío las cortinas de chupiteles colgando de los canales siguen intactos. Y aquella telaraña del espino permanece helada, llena de cristales diminutos, como rebozada en azúcar y sal.

En estos días de Navidad, los niños esperamos impacientes la llegada del cartero; los familiares y amigos que viven en la capital nos felicitan las Pascuas enviando postales navideñas, cartas, participaciones de lotería y calendarios nuevos. Calendarios nuevos de la capital...

Los comercios del pueblo cambian los escaparates para la ocasión, ponen cajitas de anguilas, cartas de Reyes, pañuelos moqueros, cajas de pinturas Alpino, sacapuntas nuevos en forma de tele, plumieres, calcetines, postales de Navidad troqueladas y con brilla brilla, colonias, Angelitos y Vírgenes de azúcar que brillan como piedras preciosas. ¡Cuánto nos gustaba ir a ver los escaparates de Navidad!
.............................................
Fragmento de Crónicas a la Luz del Candil

jueves, 17 de noviembre de 2016

Villabuena en la memoria: Noches de invierno



En las noches interminables del invierno aprendíamos de la sabiduría de nuestros mayores como si estuviéramos asistiendo a las clases de la escuela, en una escuela especializada, donde se acumulaban todos los conocimientos trasmitidos de generación en generación, toda esa experiencia que nos traspasaban con su cultura vívida de padres a hijos, de hijos a nietos. Ese aprendizaje se quedaba adherido a los huesos, a la mente, al alma, y te hace echar raíces en un suelo firme, raíces tan profundas que fueras donde fueras, crecieras cuanto crecieras te harán volver irremisiblemente. A pesar de la dureza del clima, de la vida sacrificada y austera. Pero una vida tan rica en valores humanos. Valores que te traerán una y otra vez de vuelta a tus orígenes contagiado por el amor a la tierra, contagiado por el amor a los tuyos.

Cuando acababa la noche de tertulia, los padres nos envolvían en las toquillas y nos llevaban en brazos a casa. En el trayecto de casa a casa, los niños nos quedábamos mirando las bombillas de todas las esquinas, nos llamaba mucho la atención verlas alumbrar entre la niebla espesa que tamizaba los destellos de luz en un aura, circular e inquietante, que hacía que nos acocháramos más fuerte entre los brazos de nuestros padres.
...................................

Fragmento de Crónicas a la Luz del Candil

miércoles, 12 de octubre de 2016

Villabuena en la memoria XVI: Letras doradas "Singer"



Un día llegó al pueblo y después a casi todas las casas del pueblo, le reservaron sitio en la ventana de la habitación grande, ahí la colocaron pegada a su fuente de luz natural. En sus aposentos descansa silenciosa sobre sus patas de hierro forjado. El vaivén del pedal está quieto protegido con una alfombrilla estampada con dibujos de caballos. La tapa curvada de madera brillante guarda y protege, bajo llave, la cabeza metálica lacada en negro con letras doradas "Singer" dicen esas letras. A su derecha el cajón, largo y estrecho, donde se guardan hilos tijeras lentes de coser, una correa, agujas de repuesto y varias canillas. Al otro lado tiene su sitio la puntiaguda aceitera, unas gotas de aceite como único alimento a lo largo de su vida eterna. Ya cosía para la abuela, ha cosido para unas cuántas generaciones; faldas y vestidos, camisas, chaquetas, camisones, sábanas y manteles, cremalleras, pantalones, cortinas...

-Sí, María sí que está en casa, porque cuando he pasado hace un momento por delante de su puerta, se oía la máquina de coser.

Al volver de la escuela, ya llegando a casa se oía la máquina de coser, ya sabíamos que las madres estaban en casa, ese sonido nos anunciaba a distancia, incluso antes de llegar a la puerta que nuestras madres ese día no estaban trabajando en el campo, recuerdo la alegría que daba ese sonido y la soledad del silencio de los otros días cuando, al llegar, la casa estaba vacía y no podíamos entrar por el portal pidiendo la merienda y vociferando; ¡mira madre lo que he hecho hoy en la escuela, mira qué dibujo, mira que dictado, mira los deberes que nos han puesto hoy y, mira todos los cromos que he ganado en los recreos, y mira una niña me ha pegado y yo a ella también...!

La máquina de coser sonaba como uno de esos chaparrones, deseados, al ritmo de la intensidad del pedal y a los niños, ese sonido, se  nos hacía que la casa estaba encantada y llena música, de música bonita, como de villancicos.


jueves, 6 de octubre de 2016

Villabuena en la memoria: Toro, esa nave nodriza



Toro era la ciudad a la que acudíamos las gentes de los pueblos aledaños a trabajar, a comprar y vender, recuerdo haber oído contar que se pagaba un impuesto llamado"pontazgo"cuando se salía de la ciudad ya con las compras hechas a la salida del puente y portazgo cuando el impuesto se pagaba por pasar por una "puerta" ¿?  ejemplo por la actual Puerta de Corredera

Toro nos surtía de ropa de vestir, de calzado de a diario y de fiesta, de semillas, abonos químicos, el mineral, aperos de labranza, planta para la huerta..., comprar un reloj despertador, de pared,  de pulsera o arreglar el que se había estropeado, se compraba el ganado de labranza y los animales de corral, recuerdo aquel escaparate, debajo el arco el reloj lleno de pollitos, recién nacidos, de color amarillo que se amontonaban alrededor de una bombilla como único foco de calor en aquel "semillero" de futuras gallinas ponedoras y de orgullosos gallos kikirikís.

A las ferias de ganado de los días diez o veinticinco de cada mes se llevaban a vender los tostones, burros, mulas, caballos, yeguas, aparejos, trastes, herramientas de campo y de la huerta...  En Toro te hacían las fotos (cuando se trataba de las fotos del carnet de identidad iba el fotógrafo al pueblo) En el estudio de fotografía "Parra" hacían las ampliaciones, las fotos de estudio y los recordatorios. A Toro se iba a la modista y al sastre, a hacer papeles, a gestionar la cuenta del banco, a comprar los muebles de las vistas, a comprar los figurines las telas y paños para confeccionar en casa la ropa de vestir, se compraba la ropa de cama, mantelerías, lanas de tejer, las alianzas de boda y tantas, tantas cosas más...

Toro formaba  parte de la vida de muchas generaciones no solo de nuestro pueblo sino de todos los pueblos aledaños era como una nave nodriza surtiendo de todo lo necesario y de lo superfluo también. Ir a Toro era como un día de fiesta para los niños aunque los niños no viajásemos apenas hasta Toro, el hecho de que los padres y madres fueran a Toro significaba alguna cosa extra; un bollo, un muñeco pequeño, un cuento, un tebeo, un"chiche"golosina... Recuerdo aquellos bollos llamados suizos, que a día de hoy siguen existiendo... ¿Qué te ha traído tu madre o tu padre de Toro? Nos preguntábamos unos a otros y los mayores nos decían, "hoy buen día ¿verdá? que está tu madre forastera" Estar forastero significaba que se había ido ese día a Toro.

Los viajes a Toro se hacían  en burro, a caballo,  en carro de mulas, andando con la alforja al hombro, en bici, en coche de línea o subidos en la baca del coche porque, allá arriba, sentados entre los bultos y las maletas solo se pagaba medio billete. Casi todos llevaban la comida de casa, como cuando se iba al trabajo en el campo, en Toro se comía en las mesas de los bares con solo pagar la bebida, se sentaban a la mesa  y sacaban su fiambrera.

En las posadas de Toro descansaban y se guardaban los animales con los que se  había hecho el viaje, allí se les daba agua, le echaban un pienso o se le ponía la cebadera y pasaban el día en los establos de las posadas hasta que sus amos terminaban los quehaceres, encargos y recados que los habían llevado a  la ciudad. 

domingo, 2 de octubre de 2016

Villabuena en la memoria XIV: La azucarera del Duero


Una gigantesca nube corona las chimeneas de la fábrica y sobrevuela la cuenca del  Duero, la columna de vapor coge altura y puede verse desde la carretera y desde muy lejos. Cuando niños cuesta imaginar que esos chorros de humo blanco sean consecuencia de la obtención de jarabes, alcohol, azúcar, pulpa etc., y cuesta creer que las remolachas salgan de esas semillas que más parecen sopa de estrellitas de corcho apelotonadas y pegadas unas a otras.




A la azucarera se va en turnos rotativos. A los más pequeños nos resulta extraño que los padres no duerman en casa porque haya un trabajo que hacer durante las noches. Había hombres que hacían el camino andando hasta Toro, otros en bicicleta. Y aquella noche nevada en que los hombres no podían faltar al trabajo -porque una fábrica no puede parar- decían. Y aquella noche y más noches tuvieron que salir al trabajo con el suelo nevado pedaleando en su bici. A los niños nos daba mucha pena aunque los hombres decían que dentro de la azucarera no se pasaba frío, que solo era el frío del camino, que allí dentro de la fábrica hacía muy bueno que hacía hasta calor.

Poco tiempo después pusieron un autocar que recogía a los trabajadores a la puerta de la Iglesia en todos sus turnos. Lo contentos que iban los hombres, como de lujo, decían, y los niños conciliábamos mejor el sueño, mucho mejor que las otras noches cuando las nevadas, los silbidos del viento helado o cuando llovía que, no parábamos de pensar en todos esos padres a la intemperie de la noche camino de la azucarera y nosotros, mientras, en la cama calentitos. Menos mal que hacían ya el camino a cubierto y cómodamente sentados.



La Azucarera del Duero, en Toro, pluriempleaba a los jornaleros del campo y en ocasiones, según necesidad, a los que no eran jornaleros y necesitaban igualmente pasar el invierno, el largo y crudo invierno castellano en el cual se helaban hasta las palabras.
Aquellos sobres pequeños, de papel marrón, que contenían la paga semanal de los obreros del azúcar suponía que las familias podían pasar el invierno económicamente más aliviadas, más tranquilas y hasta podrían permitirse alguna que otra compra para Navidad y Reyes.

martes, 27 de septiembre de 2016

En tiempo de uvas: Villabuena en la Memoria




Según vinieran las viñas ese año, más tempranas o más tardías, entre septiembre y octubre quedaban vendimiadas.  Las casas que tenían mucho viñedo contrataban vendimiadores, incluso de pueblos forasteros, porque en el nuestro andaba todo el mundo ocupado en recoger sus propias uvas y después, las pocas de unos y las un poco más de los otros.

Las cuadrillas grandes de vendimiadores forasteros, entraban en el pueblo subidos entre los cestos llenos de los remolques, de los pocos remolques que por aquel entonces empezaban a verse.  Entraban cantando, como si hubieran salido de un largometraje musical, de esos en que aparece sólo gente joven en constante diversión.  Traían el pelo, la cara y la ropa  con las señales propias de haberse llevado y lavado unas cuantas lagaradas a lo largo de la jornada.

Por casa se andaba preparando todo para salir al majuelo la Portilla o al teso Redondo.  Las mulas enganchadas al carro, los cestos, los cuévanos, las cestas pequeñas, mandiles y tranchetes.  Los tranchetes eran como hoces chiquitinas que cortan muy bien los racimos, aunque habíamos aprendido a cortar apretando con lo dedos en sentido contrario en uno de lo nudos del tallo del racimo, haciendo fuerza hasta que chascara, pero se cortaba más fácil y más rápido dándole un corte con el tranchete.








Todavía recuerdo las bodegas del pueblo con la piedra de lagar apoyada en el suelo y calzada con más piedras, tierra, troncos o lo que hiciera falta, porque pesaba mucho, y siempre parecía que iba a echarse a rodar.  Aquella enormidad de piedra en forma circular era la que, en otros tiempos, aplastaba las uvas en los lagares, nunca pude entender cómo lo hacían para manejar semejante tamaño, pero, por entonces ya no se usaban, estaban a la puerta de las bodegas como abandonadas.

Poco después de haber finalizado la vendimia, las bodegas aparecían con las tapas de las zarceras recorridas y las puertas abiertas, casi todas a la vez, porque a la vez había sido la vendimia y a la vez se habían puesto a pisar las uvas en las cubas y a elaborar el vino.  Decían que había que dejar las bodegas abiertas, porque el vino en su proceso de fermentación desprende el vaho que es como un gas muy peligroso que se "come" el oxígeno y había que dejar ventilando hasta que dicho proceso finalizara y no quedara nada de ese vaho tóxico en las bodegas.
  
Recuerdo que para hacer esta prueba del vaho, tenían que bajar a la bodega con una vela o un candil encendidos, y si se apagaba la llama, tenían que salir a escape a la calle, porque significaba que allí abajo no había oxígeno.  Normalmente al llegar a mitad del cañón de la bodega ya se tenían que salir porque se apagaba la llama.  Cuando la llama permanecía encendida, siginificaba que ya no había vaho, que ya se podía estar tranquilamente dentro de la bodega.




Y, recuerdo cuando envasaban el excedente de vino que se vendía a La Rioja.  Los hombres salían de las bodegas con la carga de vino a cuestas, en aquellas odres o pellejos que utilizaban para el trasiego.

La vendimia era, sin duda, el trabajo más bonito del campo, al menos eso nos parecía a los niños.  Recuerdo lo mal que le sentaba a la maestra cuando faltábamos a la escuela, no más de una mañana o una tarde o un día o dos, por haber ido a vendimiar ¡Con lo bien que lo pasábamos nosotros...!

No faltaban las lagaradas por sorpresa embadurnándonos a base de bien unos a otros, aunque inmedatamente teníamos que lavarnos y echarnos agua por encima intentando quitar todos aquellos manchurrones pegajosos si no queríamos que luego nos comieran las avispas.  

En blanco y negro las noticias y documentales del NO-DO en la pantalla del cine Norte nos mostraban otro año más, los trenes plagados de jornaleros: hombres, mujeres y niños que se aventuraban a salir desde Andalucía hasta el sur de Francia, pues, una vez terminada la recolección de la cosecha del verano, veían peligrar su sustento para pasar el largo y duro invierno. Un franco catorce pesetas, seguía diciendo el nodo.



En el pueblo, esta noticia la miramos con cierta distancia, en estos trenes no iba nunca gente de nuestro entorno, hasta aquel año que debió ser muy mal año, porque se fue gente del pueblo a la vendimia francesa, cuando, nunca antes, nunca, que se oyera, había acudido nadie.  Recuerdo verlos volver en menos de dos  meses, con aspecto cansado, como envejecidos, con unas arrugas en la frente que hace bien poco no tenían.  Se le veía como tristes. Pero, estaban tranquilos, decían, porque el invierno pasaría mejor de lo esperado para su familia, gracias a esta vendimia de un franco catorce pesetas.
......................................

Fragmentos del libro "Crónicas a la Luz del Candil"

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Villabuena en la memoria XIII - Flores en el muladar, pastos, herbazales o praderas.


Merendera - montana,  Quitameriendas
Foto de Azucena García Ramos.
Flor "Quitamemeriendas" este nombre hace referencia a que, cuando florece, las tardes empiezan a ser más cortas y se empieza a cenar antes suspendiendo la merienda de nuestro menú diario. Otro nombre es el "Ahuyentapastores" o "Espantapastores" indicando que, al florecer, debían empezar antes a recoger el ganado, ya que las noches ganan tiempo al día. (Información recogida en Internet.)
.........................................................

Recuerdo el color lila-morado de las eras que coincidía, casi siempre, con la bajada de temperaturas anunciando el otoño. Donde más florecían era sobre los pequeños restos de paja que habían dejado las máquinas de limpiar en las eras. Cuando estas flores estaban en su esplendor, el verano había quedado atrás, el tiempo era más fresco y ya casi todos íbamos de manga larga abrigados con el jersey o la rebeca de lana.

domingo, 5 de junio de 2016

La Iglesia y sus alrededores


-Callar a ver por quién doblan las campanas...

La torre del campanario coronada con una cruz y con el nido de las cigüeñas se divisa desde, casi, cualquier punto del pueblo y desde las afueras. Al toque de campanas se movilizaban los pueblos, las vidas de todos sus habitantes pasan por delante de la Iglesia ante la atenta mirada de los ojos del campanario. 

La Iglesia y sus alrededores era el centro neurálgico de los pueblos tanto los días de diario como los domingos, festivos, días de bautizos, comuniones, bodas y entierros. La Iglesia significaba mucho más que ir a Misa o al Rosario.

Las campanas tocaban a Gloria cuando morían niños, tocaban a fuego, tocaban al atardecer llamando al Rosario, repicaban a boda y a bautizo, repicaban en la misa Mayor de los domingos y festivos, repicaban al vuelo cuando las fiestas grandes, tocaban a misa rezada en la primera misa de los domingos y en la misa de diario, tocaban a misa de cabo de año, tocaban a muerto por el fallecimiento de una persona adulta, finalizando este toque con las señales de dos campanadas si el fallecido era hombre y tres si era mujer.

La gente distinguía perfectamente los tañidos, los toques o el doblar de las campanas, era el medio de comunicación más rápido y más fiable. Solo tenían un inconveniente para oírlas con nitidez y era el aire, siempre enredando con la rosa de los vientos, siempre soplando y cambiando de dirección, y así del lado que viniera se oían o no mejor o peor sus tañidos, los toques, el repique o el doblar de las campanas. En ocasiones se oían mejor en los campos que en el mismo pueblo y esto era algo que, a veces, venía bien, sobre todo cuando tocaban a fuego; las gentes  del campo dejaban de hacer lo que estuvieran haciendo y se iban corriendo a auxiliar a ayudar en lo que se pudiera, se iba primero al Ayuntamiento o a la Hermandad a recoger las herradas o cubos y las mujeres que estaban por casa salían con su propia herrada a saber dónde era el fuego y allí, entre todos, formaban una cadena de agua desde las fuentes públicas, pozos caseros, pozos de huerta, pozas, manantiales o hasta en la Guareña, lo que cayera más cerca de donde se había producido el incendio. Entonces hacían una cadena de agua de dos filas, por una iban las herradas llenas de agua y por la otra fila volvían las vacías a cargar hasta que el fuego quedaba extinguido.

A primeros de febrero, allá por San Blas, volvían las cigüeñas que ocupaban el nido del campanario. La llegada de las cigüeñas anunciaba el año meteorológico según los dichos y refranes que circulaban en torno a su aparición. 

"Por San Blas la cigüeña verás y si no la vieres año de nieves" y "Año de nieves año de bienes"

A los niños nos alegraba la llegada de las cigüeñas, nos gustaba saberlas ahí, contemplar sus vuelos casi hasta las nubes, verlas posarse en los campos o revoloteando alrededor del nido mientras daban de comer a sus polluelos. Con ellas como que nos sentíamos más felices, un poco más acompañados y observados desde las alturas y al revés, cuando el nido quedaba vacío nos daba cierta sensación, algo así como si estuviéramos un poco más solos, un poco más tristes pero conformes, porque, decían los mayores y también nos lo explicaban en la escuela, que las cigüeñas eran aves migratorias y tenían que  emigrar a las zonas cálidas de la Tierra a pasar lo más crudo del invierno porque, si se quedaban aquí, podrían morirse de frío.

A la puerta de la Iglesia entraban los coches de línea a recoger y a dejar viajeros. A la puerta de la Iglesia se juntaban las mujeres que andaban por casa, las abuelas, las madres, las tías y las mozas que no iban nunca al campo y las que iban pero coincidía que ese día no tenían que ir, allí se reunían todas; compraban, hablaban, hacían vida social. Era como una mañana de fiesta, pues aparte de ir a diario al comercio y a comprar el pan, en el pueblo no había mucho más donde ir. A la puerta de la Iglesia venían los baratillos de cacharros de barro y de porcelana, útiles de cocina y aseo, peines, tubos del pelo, diademas, ropa de cama, de ajuar, ropa de vestir, alpargatas de esparto, playeras, botas, zapatillas, sandalias y zapatos.

La llegada de los baratillos ponía las mañanas de los pueblos bocabajo o patas arriba. Ya tenemos la mañana hecha, iban diciendo las mujeres camino de la puerta de la Iglesia.

Dos días en semana llegaban también las primeras camionetas vendiendo pescado fresco, pesca, como le decían y también, fresco.

-Hoy hay fresco.

-He ido al fresco esta mañana y he traído un sable, o una palometa, chicharros, sardinas, bocartes, fanecas, verdeles, tomases..., esta noche cenamos fresco.
Y las calles olían a guisos de pesca y en las casas del pueblo esos dos días se comía o se cenaba fresco.

También la gente menuda teníamos parte de nuestra vida social en la Iglesia.
Al anochecer, los niños de la escuela y los jóvenes acudíamos al Rosario, después del Rosario un día o dos en semana había Círculo para la gente joven. Círculo se llamaba a unas conferencias que daba el señor cura en la Sacristía después del Rosario. Se avisaba en casa, padre, madre, que esta noche volvemos más tarde del Rosario porque hay Círculo. También había noches de ensayo alrededor del órgano que tocaba el señor cura o una moza de Acción Católica, se aprendían las canciones de las Misas grandes, del mes de las flores, del Corpus, de Las Candelas..., y en diciembre se ensayaban los villancicos.

jueves, 19 de mayo de 2016

Lago de Sanabria o Valverde de Lucerna


"Antiguamente, en el lugar que hoy ocupa el lago de Sanabria -que no existía-, tenía emplazamiento en Valverde de Lucerna. Cierto día se presentó en la villa un pobre pidiendo limosna -era Nuestro Señor Jesucristo- y en todas las casas le cerraron las puertas. Tan solo se compadecieron de él y lo atendieron unas mujeres que se hallaban cociendo pan en un horno. Pidió allí el pobre, y las mujeres le echaron un trocito de masa al horno que tanto creció que a duras penas pudieron sacarlo por la boca del mismo. Al ver aquello, le echaron un segundo trozo de masa, aún más chico, que aumentó más de tamaño, por lo que se hizo preciso sacarlo en pedazos. Entonces diéronle el primero que salió. Cuando el pobre fue socorrido, y para castigar la falta de caridad de aquella villa, díjoles a las mujeres que abandonaran el horno y se subieran para un alto, porque iba a anegar el lugar. Cuando lo hubieron hecho y abandonaron Valverde, el pobre pronunció unas palabras mágicas y el prodigio se produjo.

Tan pronto como fueron dichas -sigue la leyenda zamorana- brotó un impetuoso surtidor de la tierra, que en pocos momentos anegó totalmente a Valverde de Lucerna, quedando el lago como hoy se ve. Tan solo quedó al descubierto una islita, que jamás se cubre cuando en las crecidas, y situada exactamente en el lugar que ocupó el horno en que fue socorrido el pobre. Por lo demás, el lago conservó la virtud de todo aquel que se acercare a él en la madrugada de San Juan y se hallare en gracia de Dios oirá tocar las campanas de la sumergida Valverde".

(Miguel de Unamuno).

Así recoge la leyenda Luis Cortés en su artículo "La leyenda del lago de Sanabria", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares.


......................................................................................................
......................................................................................................

El lago de Sanabria el mayor lago de origen glaciar de la península ibérica.

Fragmento Wikipedia
El origen de este espacio natural se sitúa en las fases más frías del Cuaternario, cuando en Sanabria se establecieron las condiciones glaciares que afectaron notablemente al modelado de sus montañas. Durante este período, el límite de las nieves perpetuas se estableció en torno a los 1.600 m de altitud, lo que permitió que durante la glaciación del Würm en la altiplanicie de la sierra, se establecieran grandes acumulaciones de hielo y nieve, originando un glaciar de meseta o casquete. De él divergían largas y potentes lenguas de hielo encajadas en los anteriores valles fluviales. Hace 10.000 años la glaciación terminó y la lengua glaciar se retiró dejando al descubierto amplios y profundos valles, circos glaciares, rocas aborregadas, estrías glaciares, morrenas, el lago y más de 20 lagunas diseminadas por la sierra.
El lago de Sanabria es el elemento más característico de este territorio, el mayor lago de origen glaciar de la península ibérica, con 318,7 ha y una profundidad máxima de 53 m. Además, y dispersas por la sierra, se pueden encontrar más de una veintena de lagunas, diversos cañones demostrativos de la misma acción glaciar cuaternaria e innumerables cascadas y regatos que han dado origen a una zona con increíbles valores estéticos y paisajísticos.

miércoles, 4 de mayo de 2016

San Isidro



-Buenos días, saluda la señora  maestra.
-Buenos días tenga usted. Cómo se nota que ya va apuntando mayo. Ahora iré pa`llá a pedir agua, que ya anda la pobre gente regando. Dice el viejo a modo de saludo que, sentado en el poyo de su puerta, toma el sol con las manos cruzadas encima de la cayada.

A primeros de mayo y hasta la víspera del día del santo, los niños de la escuela, a eso de las doce, salen en procesión acompañados de sus maestros, en filas de a dos, niños en un lado y niñas en otro. Caminan en silencio obligado camino de la Iglesia. En voz muy baja y a escondidas del maestro, se van contando unos a otros la primera vez que vieron al santo, cuando un día sus padres los llevaron a misa y le enseñaron la Iglesia y el altar de San Isidro y allí, delante de los bueyes, los auparon para que los vieran mejor.

De todos los santos expuestos en la Iglesia es San Isidro el que más le llama la atención desde chiquitines porque este santo tiene dos bueyes enganchados a un arado y guiados por un Ángel. Y ellos, en su corta vida, conocen lo que sus mayores les han ido contando; que en sus tiempos mozos trabajaron el campo con bueyes, pero que de pocos años aquí; las mulas, los burros y algún que otro caballo y yeguas habían ido reemplazando a los bueyes y en todo el pueblo ya no quedaba de muestra ni una yunta. Decían que, con el cambio, hubo como una pequeña revolución porque unos estaban a favor y otros en contra, porque los bueyes eran lentos de movimiento y marcha, en comparación con las mulas, pero que también eran unos buenazos. El murmullo infantil va subiendo de tono y los maestros, de nuevo, a poner orden en las filas.

Hoy es el primer día de rogativas y, por la mañana temprano, antes de salir al campo, las madres, entre otras tareas, han dejado preparado el velo de las niñas, junto al cabás, para que no se les olvide llevarlo a la escuela.

Los padres también se han ido al campo todavía más temprano,  las madres salen un poco más tarde, cuando dejen aviada la casa, y alguna que otra tarea doméstica. Padres y madres se van al campo, tranquilos, porque los niños están recogidos en la escuela y, algo aprenderán. Las madres vuelven a casa a tiempo de preparar la comida antes de que los niños lleguen de la escuela, pero no faltan esos niños que tienen que comer solos o en casa de los abuelos porque, sus padres, tienen las  fincas muy lejos del pueblo y no les compensa ir a casa al medio día, y dejan la comida hecha y le dicen a la vecina, que le eche un ojo a los chiquillos. 
Los padres les han dicho que pidan agua a San Isidro, que este año hace mucha falta que llueva en mayo para que haya buenas cosechas, que es lo que se pide al santo, este santo que es el patrón de los labradores y que, conocido es el milagro de haber hecho que sus bueyes araran solos mientras él rezaba aunque hay quien cuenta que el que guiaba el arado era un Ángel, pero que sabido es por todos, que San Isidro con su vara de labranza tocó un peñasco y empezó a brotar agua.

Y con estas creencias los niños acuden a las rogativas de San Isidro, entusiasmados, porque van a hacer algo por sus padres, por sus campos, algo que los padres no pueden hacer por tener que ir a trabajar. Los niños de la escuela son casi el único publico, junto con el señor cura, y las personas muy mayores que van a las rogativas, ya que la gente en edad de trabajar, como dice la señora maestra, están todos en los campos.

Y la chiquillería va más que feliz repitiendo en letanía el Ora Pro Nobis  en latín de las peticiones que hace, en voz alta, el señor cura, luego coge el hisopo del Agua Bendita y la esparce por los campos mojando aquí y allí todos los caminos del pueblo que salen a los campos, un día por el norte, otra mañana al este, otra al sur, otra al oeste y en dos semanas quedan todos los campos bendecidos en presencia del santo, de los bueyes, del arado, del ángel, de la vara. Con la esperanza puesta en esa imagen, en esa figura que los niños han visto a la izquierda del altar mayor  y que, en las rogativas, es llevada en andas por cuatro hombres de la cofradía de San Isidro labrador.

Por cualquiera de los caminos el campo está ralo hasta de flores. La sequía ha ido haciendo mella, aunque no ha podido con el olor a tomillo, a rosas, a lilas y saúco, ni tampoco con que el vuelo de las mariposas se expanda por el aire, solo que no luce tan esplendoroso como en otras primaveras. Pero lloverá seguro, para eso están yendo a las rogativas.

viernes, 22 de abril de 2016

La calle El Oro

- Foto de Ernestina de la Iglesia. Gracias Tinita -

La infancia es lo que más dentro queda. Eso creo y eso dicen. Y, dicen también, que hay más de una infancia; la primera de los dos a los cinco años y la segunda de los cinco  a los once. Será así si así lo afirman los profesionales. 

Nací en la calle "El Oro" ahora  calle Oro y allí viví hasta los diez años. Allí quedó mi infancia. Allí transcurrieron mis dos infancias, la segunda como dicen, a falta de un año.
Para mí, mi infancia sin clasificar ni ordenar transcurrió en la calle "El Oro" y no hay vez que vaya al pueblo que no pase por esta calle y que no me detenga delante de la casa que fue mi casa. Agradezco, a quien sea, que todavía sigue en pie.

He tenido ocasiones de poder entrar a verla, de asomarme a aquel sobrau de techo alto que tenía una habitación en la parte de la ventana, cuando mirabas por aquella ventana alargada y estrecha, se veían más de cerca las nubes, los tejados, los paseos y las siestas de los gatos, los nidos de golondrina pegados al alero, la palomilla de la luz sujeta a la fachada de enfrente y aquel alambre eléctrico donde se subían a cantar las pajaritas de nieve, las golondrinas y todos los pájaros que vivían en mi calle. Allí, a la luz de la ventana, mi hermana y yo subíamos a jugar con el buen tiempo. Subíamos la caja de los cromos, el plumier, las tabas, el parchís, las muñecas, los libritos de colorear, los cuentos y todos los juguetes. Recuerdo el sol que entraba por aquella ventana sin cristales que se cerraba con el cuarterón, y recuerdo que, entrar en aquella habitación era como sumergirse en el mundo mágico de los cuentos bonitos. 

La calle El Oro estaba perfectamente empedrada con cantos grandes, cantos de río, posiblemente la única calle del pueblo que, por mucho que lloviera no se hacían barros.  

En la calle El Oro teníamos todo cerca empezando por nuestra vecina la maestra de párvulos; el señor secretario, el ayuntamiento o consistorio, el cementerio, la fuente pública, las Peñicas, la escuela de parvulitos en una panera (poco después en la escuela nueva de las escuelas de abajo), el comercio, el médico, el camino Toro, el estanco, la Iglesia, el baile, la confitería, la era, el trinquete, "las rebecas" las dos esquinas de los pregoneros y unos vecinos entrañables, vecinos de siempre y para siempre, vecinos de la infancia, vecinos de Oro.
.......................................
Fragmento de Cuentos del sobrau - Villabuena en la Memoria

miércoles, 13 de abril de 2016

Fuentes públicas


Entrañable reliquia de cuando no había agua en las casas.  Gracias a Eme por esta foto.

Todavía recuerdo cuando íbamos con nuestras madres a buscar agua a la fuente más cercana a nuestra casa. La memoria que guardo de ellas se remonta a 1957-58. No hacía mucho que habían inaugurado estas fuentes diseminadas por las calles del pueblo. La gente estaba muy contenta con estos adelantos de tener el agua tan a mano, casi a la puerta de casa, era más que un lujo. 

Las fuentes públicas no solo echaban agua eran, también, un punto de encuentro donde a diario se hacía vida de relación social. Allí te encontrabas con más gente y se hablaba mientras se llenaban los cántaros y algún rato más. A veces se entraba en largas conversaciones, sobre todo las jóvenes que simulaban en casa la necesidad de agua y con esa excusa cogían los cántaros o las herradas y botijos y se iban a la fuente a ver a las amigas o amigos.  Y, pasabas camino del comercio, volvías, ibas a echar una carta al correo, volvías, hacías otros recados, volvías y, ahí seguían las mismas jóvenes habla que te habla. Alguna que otra vez tuvieron que ir las madres a buscarlas porque la tardanza era desesperante y, se las encontraban, tan a gusto, hablando y todavía sin haber llenado.

De cuando en cuando, chicos y chicas, en la mientras siesta, se hacían los encontradizos en la fuente. A cualquier hora que fueras a por agua siempre había alguién en las fuentes, pero cuando más gente se juntaba era al anochecer, cuando las yuntas de mulas volvían del campo y las veías ahí, guardando la fila "a dar agua" en el pilón. Las fuentes echando agua con sus caños dorados bien abiertos porque el pilón, a esas horas, no daba abasto.

Las madres nos llevaban a buscar agua. Íbamos tan felices a la fuente, los niños llevábamos la jarrona, que era un cántaro pequeñito como de juguete. Había otras jarronas grandes que hacían la mitad de un cántaro. Las madres cargaban dos cántaros, la botija, el botijo o la jarrona grande. Cuánto nos gustaba que nos auparan a la fuente para hacer que empujábamos aquel caño reluciente y duro con la mano de nuestra madre.  Nos encantaba ver cómo caía el agua en las bocas de las vasijas. Éramos tan pequeños...

Parece que estoy viendo aquella fuente del color del cemento, que nos correspondía por zona, por cercanía, entonces vivía en la calle Oro. Tenía una bola grande en la parte alta, hecha del mismo material y colocada en el centro de un arco invertido. Esta fuente estaba adosada a la pared del ayuntamiento viejo, este ayuntamiento que, años después, se convertiría, además, en escuela y más tarde en Centro de Salud o Consultorio Médico.

lunes, 11 de abril de 2016

El caso de la viga-culebra (6ª parte


Gervasio y Laly, Gabriel y "la niña de agua" van camino de la casa del alcalde, los cuatro a la luz de los faroles entre la niebla, que se ha puesto de espesa como no puede ponerse más, caminan despacio porque la visión no permite ir más rápido y van en silencio porque así lo ha ordenado el señor alcalde.
Laly y Ascen "la niña de agua" ya son dos mujeres mayores y viudas las dos, que viven solas cada una en su casa.  Su reencuentro con la vida, ocurrió hace mucho tiempo, Laly iba al campo a coger hierba para dar de comer a los conejos y resbaló por una ladera tan pendiente que de haber llegado al fondo no hubiera amanecido ni un día más para ella.   Ascen, se bañaba feliz en la balsa del riachuelo que todos creían sin mucha hondura, sin profundidad hasta que, de repente el agua se tragó a la niña a la vista de los padres que no podían hacer nada por sacarla de allí...

Y en estos pensamientos andaban los cuatro viandantes, cuando al volver la esquina, como salida de la nada, apareció la señá Celia, de repente, casi no los sorprendió, y digo casi, porque ella que tiene costumbre y facilidad de presenciar  y presentarse en tolos fregaus como cuentan y dicen los vecinos del pueblo,  aunque no esté el tiempo de salir de casa, ni sean horas de andar por la calle. Y es que a Celia, le encanta  husmear tras el visillo y pegar el oído en todas las rendijas de puertas y ventanas, y esta noche aunque Gervasio, Laly, Gabriel y "la niña de agua"iban en silencio Celia oyó pisadas..., cogió rápidamente la toquilla y salió a hacerse la encontradiza:

-¿Ande vais tola recua con esta noche de libro que hace?

-La que faltaba pal duro- dice Laly.

-Un respeto Celia que vamos a buscar culebras de esas de tamaño viga- dice Gervasio.

- ¡Pos luego! ¡Manda madre! Nunca me había pegau una contestación así.  Estáis tos tapándome la boca...

-Pues ya va siendo hora de que alguien te la tape- responde "la niña de agua"

-Ya te gustaría a ti saberlo Celia, lo que darías por ello, te vas a quedar con las ganas- dice Gabriel- anda pa dentro que ganarás más, si no quieres vértelas con el señor alcalde.

Y Celia se mete en su casa refunfuñando -lo que decía, vaya noche de libro...  

Gervasio, Laly, Gabriel y "la niña de agua" oyen el comentario de Celia al tiempo que chirría   un ruido metálico en el silencio de la noche. Es Celia que tranca la puerta por dentro, y los cuatro, no pueden por menos de echar unas risas.

Cuando llegan a casa del señor alcalde, la mesa está dispuesta para todos.  El chocolate humea ya en las tazas.  El comedor está calentito, bien iluminado, huele a cacao y a bollos, y da gusto estar.

-Primero tomamos el chocolate y luego ya entramos en materia- dice el señor alcalde- así que, vosotros cuatro, ir pensando en las explicaciones y María y Vito en cómo fue exactamente su aterrizaje a las puertas de vuestra casa.

Y obedientes todos, el comedor se queda en silencio a no ser por el sonido de las cucharillas, de los sorbos, del crujiente de los hojaldres  y del tintineo de la porcelana.

sábado, 9 de abril de 2016

El caso de la viga-culebra (5ª parte




La criada aparece con un mantel lo extiende sobre la mesa y se lleva los faroles a la cocina y vuelve con un servicio de tazas, servilletas, cucharillas, tenedores, cuchillos y platos de postre. Después sale cerrando la puerta del comedor, como es costumbre, y se marcha a la cocina a preparar el chocolate.
Los demás deambulan nerviosos por el comedor, en el momento que se cierra la puerta, cada cual opina dando rienda suelta al caso, dudan entre contarlo al pueblo o no, porque, ¿y si salen esos bárbaros a darle caza? Al fin y al cabo la culebra ha sido buena, el animal no ha hecho daño a nadie sino todo lo contrario.  Nos conviene saberla ahí fuera por si ocurriera alguna otra desgracia, como ha evitado la de Rufo y Santos que de buena os habéis librado, y acordaros de aquellos otros casos que se dieron, como el de Laly cuando se cayó cargada con el haz por la ladera y el de "la niña de agua..."  La viga-culebra actúa como si recobrara vida para salvaguardar a las personas del peligro y entretanto aparece amontonada, desapercibida camuflada que no hay quien la distinga, entre las vigas peladas y blancas, como una viga mas o entre los troncos de los árboles como un tronco mas. Solo que esta vez el caso de Rufo y Santos ha sido lo más claro que se puede explicar y entender dentro de su magia, de lo sobrenatural.

María la sabionda y Vito la salpimienta, con los oídos bien espabilados, no dan crédito a lo que se está diciendo, a lo que están oyendo decir a personas que ellas consideran personas tan serias, tan excelentes en su clase y tan cabales. Las dos permanecen mudas y con los ojos espetellados mirando a uno y a otro. Hasta la señora alcaldesa ha ido deprisa a su cuarto a recoger el frasquito de sales, porque tiene el convencimiento de que esta noche le va a dar algo. ¡Si lo sabrá ella...!

El señor alcalde ha escuchado con atención todo las opiniones,dimes y diretes, toma asiento invitando a los demás a que se sienten a la mesa, todos, menos los vecinos Gervasio y Gabriel, el señor alcalde dice que, en esta tertulia falta gente, y manda a Gervasio y a Gabriel a que cojan los faroles y vayan, por separado, uno, a buscar a Laly y el otro a "la niña de agua" y que hagan el favor de ir con los cinco sentidos puestos en el camino y con la mayor discreción posible de la que sean capaces. y que no se entretengan y que ya están aquí, o sea, que vuelvan rápidamente que la noche parece que va a ser larga, pues tiene toda la pinta de que el caso, entre los unos y las otras, se divulgue,  porque parece ser que "esto" se le puede ir de las manos y no lo puede consentir, qué dirían de su pueblo los de los otros pueblos..., qué dirían si llegara a saberse...
------------------------

Fin de la 5ª parte

El caso de la viga-culebra (7ª parte

´


-Habla, Gervasio -dice el señor alcalde

-Pues Gabriel  y yo decíamos que si puede esta serpiente de la que hablan Santos y Rufo puede ser la culebra que hoy en día está disecada en la ermita de Zamora, esa del pastor, pero esa ya está bien muerta, pues si será una cría, vaya usté a saber..
. tener en cuenta a Asun y Laly

-O su espíritu -dice Gabriel- también podría ser un espíritu de la de la ermita, tengan en cuenta que lleva años dentro de la ermita. Puede estar santificada.

-Por Dios Señor- dice la señora alcaldesa- con todos mis respetos, menudo disparate Gabriel.

-De todas maneras -continua Gervasio- es una culebra de buenos sentimientos, a ver si va a ser el espíritu de la culebra esa del pastor, que comprendió su muerte, digo yo, porque una culebra descansando pa siempre en una ermita choca bastante ya tenía que ser buena y comería pa alimentar su cuerpo gigante, luego se arrepentía de haber tenido que comer a los animales con los que los vecinos del pueblo trabajaban y se alimentaban, ella, según dicen, se crió con leche, se alimentaba de la leche que le proporcionaba el pastorcillo, pero claro, al tener que irse el pastor y quedarse ella sola, se alimentaba de lo que pillaba, de lo que era más propio y natural en su tamaño, pero creo que en ningún caso esa culebra no es  una culebra asesina, y Gabriel y yo ya lo hemos hablau.

-Así debe ser -habla Gabriel- digo que el hambre, grande como ella misma, seis metros de culebra, ella y su espíritu bueno se quedaron por estas tierras para guardar y salvar a los vecinos, vaya usté a saber si eso no ha sido, es, y, vaya a ser así y toos tranquilos.

-Sepan ustedes, dice la alcaldesa, que hay un término que lo llaman la Sierra de la Culebra.

-Sí señora, efectivamente- responde Gabriel-pero se llama así porque dicen que deriva de la forma ondulada de ese terreno, de las formas curvas y enroscadas que se asemejan a una culebra gigante, qué digo gigante, de tamaño descomunal sería, no es na más que eso, ese es todo el misterio del nombre de la Sierra de la Culebra allá por Sanabria. Aunque hay quien dice que en tiempos, esos terrenos fueron "nidos" de víboras, culebras  y bastardas o séase, culebras americanas que llaman; como ahora mismo la pueblan los lobos, los ciervos y los jabalíes, pues, vaya usté a saber...

Y la explicación de Gabriel que ya se daba por terminada es interrumpida por unos sonoros golpes a la puerta, al llamador de la puerta, tan, tan, tan, tan-tan-tan.
El señor alcalde, contrariado, sale a abrir ante la insistencia del aporreo del llamador.  La sorpresa al abrir no fue mayúscula. No podía ser otra, quién si no, ni más y ni más ni menos que la propia y la mismísima Celia, que,  impacientada tocaba y tocaba sin parar aporreando el portón con el grueso llamador de hierro en forma y tamaño de puño.

El caso de la viga-culebra (8ª parte.

El señor alcalde abre el portón, y Celia, envuelta en la toquilla, en un visto y no visto se cuela por la puerta entreabierta, que ni tiempo le dio a abrir la puerta en condiciones, y en un tris, se plantificó en el mismo comedor.  

-Pues nada, antes que nada buenas noches tengan ustedes ¡hay que ver lo calenticos que están aquí! Y yo..., era eso lo que le oí contar a mi difunto muchas noches, porque el joio me lo contaba en esas noches de airón que no se pue ni dormir, por los bramidos del aire, y yo, entre el miedo de la culebra y los silbos del airón me apretaba a él, ¡buah! Unos achuchones que no vean, pero a él le gustaba.., y cómo le gustaba..., bueno como recordarán ustedes él se crió en ese pueblo de Roales,  y lo oyó contar mil y una vez, y de lo poco que se acordaba, porque era pequeño cuando salió de su pueblo pa irse de ..jornalero..pa la siembra, la cava la siega y lo que hiciera falta y saliera por tola ancha Castilla y ya no volvió más por su pueblo, pues luego me lo plantificaba a mí, en la cama, en esas noches que ya les digo no se podía ni dormir, que buen miedo me hizo pasar, qué joio y qué majico que era, es que cuando me acuerdo de él.., señor alcalde, es que cuando me lo mientan, y cuando lo tengo que mentar..., y no darme ni un hijo, hay que ver, Señor, Señor...  Es que miren ustedes yo, es que yo lo quería mucho, y él a mí, hay que ver lo que me quería, sépanlo ustedes no vayan a creer que no, que es que es que sí, cierto y verídico,como ya les digo a ustedes, cierto y verídico...

-¡Jesús, Señor! Replica la señora alcaldesa que no puede por menos.

-Señoras, interrumpe el alcalde, vayan a ver si no se ha acostado la criada, y si se ha acostado, preparen ustedes mismas otra chocolatera, traigan otra bandeja de hojaldres y un servicio más para Celia, que esta que está aquí no se va, de momento, para casa, se irá cuando nos vayamos todos y cuando demos por terminada la noche, y mucho me temo que va a ser larga, conque ¡hala!

-Pues que venga Celia también -dice la señora alcaldesa- no vamos a perdernos todo eso que está contando.

-Eso, eso -dicen a la par María y Vito- que se venga a la cocina.

-Que nos siga contando esas cosas -dicen Asun y Laly un tanto abrumadas por la inesperada y sorpresiva parrafada de Celia.

-¡Chitón! -replica el señor alcalde- lo que está contando tendrá que callarlo y no respirar hasta que estemos todos, otra vez, sentados alrededor de la camilla empezando por cómo es que sabía de lo que se estaba hablando aquí, aunque ya nos lo imaginemos todos.

Gervasio, Gabriel, Santos, Rufo y hasta el alcalde, los cinco, están que no paran en la silla, con esa risa incontrolable que les ha contagiado a todos...que no pueden ni aciertan a hablar. El alcalde se esfuerza y pasados unos minutos largos, consigue ese empaque  que él cree tan suyo.

-Vamos, vamos a ver si nos ponemos serios de una vez y luego, cuando terminemos la conversación nos reímos si es que hay algo o va a quedar algo de lo que reírse cuando terminemos la tertulia y que haga gracia y que además tenga gracia, pero dudo mucho que supere la entrada y la explicación de Celia que nos la ha echado en el comedor como si fuera una vomitona en escopetazo. Y por más que quiero, no puedo enfadarme con ella, y menos esta noche, con esa información que dice que tiene... ya me enfadaré mañana, si hace falta, y si sigue siendo necesario, pero esta noche no puedo, me es imposible. Como os lo digo.

Apenas si el alcalde podía hablar, y los otros tampoco podían parar de reírse.

-Gervasio, Gabriel, habrá que ir a avisar al señor cura. Y preparar un servicio más de chocolate.

-¿Hasta va a tener que venir la Iglesia?

-Sí, hasta eso, ya estáis andando, llevaros el farol aunque a Celia no le ha hecho falta ninguna que se diga...

El caso de la viga-culebra (9ª parte


--------------------

En la cocina cuchichean la señora alcaldesa, Celia, Asun, Laly, María y Vito. Y, en el comedor, el señor alcalde mira a Rufo y a Santos y mira al techo, y vuelve a mirar a uno y a otro y mira el suelo, sin saber qué decir, piensa en el papelón que le tocado y en cómo se aclarará el asunto y en qué deparará esta noche. Rufo y Santos que, extrañamente, quién lo diría, se han quedado en silencio, en un mudo silencio impresionados por lo sucedido, y ahora que están solos no pueden ni quieren ocultar esa angustia, se emocionan y a Rufo y a Santos, los ojos se le  embargan por la emoción y la suerte que tienen de estar vivos, se le vuelven más cristalinos, y fingen toses para ocultar ese desasosiego que quiere salir y aflorar por encima de ellos.

-La niebla llorona nos ha resfriado a los dos -dice Santos entrecortado.

-Ya lo creo, más de un catarro nos traerá, esta niebla de agua se mete hasta los huesos- susurra Rufo.

-¡Bah! quejicas, con una cataplasma de esas, vais que chutáis, bien lo sabéis, no es la  gripe que hayáis podido pillar, es el caso que habéis vivido, que lo se yo, y vosotros también..., eso, eso es el constipado que hacéis ver que tenéis que a mí no me la dais, que somos hombres sí, pero esta noche todos tenemos miedo, estamos cagaus de miedo y yo el primero, y que no salga de entre nosotros. Tenemos que hacernos los valientes es lo que nos toca aparentar pa que la gente no se ponga más nerviosa de lo que ya está. Así que a callar, a dejar de rejimplar se ha dicho, no quiero toses ni lágrimas ni balbuceos. Que yo os entiendo, pero hacer lo que digo. 

En esto aparecen Gervasio y Gabriel con el señor cura, que poco o nada le han explicado, ni le han dicho en todo el camino, tal y como ordenó el señor alcalde.

Y ya todo está dispuesto y en orden, hasta las sales de la señora alcaldesa, que parece ser que no le van haciendo falta, hasta ahora..., y una vez  todo dispuesto y en orden se reanuda la tertulia.

-Y ahora con calma Celia, no te aceleres y cuenta, cuenta lo que sepas de Roales...

-¿Cómo que han ido a buscar a el señor cura? Pues, no sé yo si podré contar estas cosas delante del sacerdote, como que me da un poco de pudor, ya ven ustedes.....

-¡Claro que podrás Celia! ¿Acaso no te has atrevido a meterte en mi casa, sin encomendarte a Dios ni a nadie? Además, necesitamos esta noche la presencia del señor cura y ya está dicho y sanseacabó, así que ya sabes, remilgos fuera Celia, que nos conocemos... He decidido que te quedas porque aquí todo el que aporte algún dato del tema que nos ocupa, se queda, vaya si se queda, faltaría más.
--------------
Fin de la 9ª parte

El caso de la viga-culebra (10ª parte

-Buenas noches nos dé Dios -saluda el señor cura haciéndolo extensivo a todo el personal sentado alrededor de la mesa- aquí me tiene alcalde. Estaba a punto de irme a la cama, usted sabe que suelo acostarme temprano por eso de la misa de ocho, espero de usted, que lo que acontece, sea lo suficiente significativo como para alterar mis horas de sueño, y con esta niebla, que yo, a decir verdad, así lo creo, pues, por eso mismo, porque nos conocemos, y sé que no me haría venir a estas horas si la cosa fuera una simpleza, una futilidad.

-Buena noches tenga usted padre -responden todos a la vez.

El señor alcalde toma la palabra y pone al señor cura en antecedentes, solo un poco por encima, porque como dice él mismo, prefiere que oiga lo que allí se va a relatar 

-Adelante Celia. Habla.

-¿Aquí..., delante del señor cura...?

Celia, un poco abrumada, comienza a repetir, palabra por palabra, el relato anterior y a continuación   lo sucedido en el pueblo de Roales.

-Pues, pues yo me vine a escuchar por la ventana..., claro, cualquiera se quedaba en casa con la intriga no hubiera podido pegar ojo.  Porque si no se lo han dicho Gervasio y Gabriel o Asun y Laly me contestaron pero bien, me dijeron que me metiera pa dentro, a mí, pa dentro a mí, y me acababan de soltar que iban a culebras tamaño viga y, a mi se me vino en seguidita a la cabeza el caso de Roales que como me lo contaba mi difunto pues miren ustedes por donde, no había salido jamás de mi boca pa nada y fue verlos a los cuatro y a más con esa contestación y la cabeza no me dejaba en paz de tantas vueltas que me daba y...

-Vamos Celia no te me vayas a ir por las ramas -insiste el alcalde.

-Sí señor.

"Alfonso, dicen que se llamaba el chiquillo de Roales, un pueblo de Zamora. Alfonso tenía un tío en las Américas de esos que emigraron.  En uno de sus viajes a Roales, este señor, le trajo al chiquillo una culebra mu bonita metida en una caja de zapatos que, a Alfonso le encantó  -es la cría de una anaconda-  dicen que le dijo su tío- vamos a ver si se aclimata a esta tierra, quizá no te dure mucho. El chiquillo estaba que no cabía en sí de gozo con el regalo de su tío.

Pronto la caja en la que se la había traído se le quedó pequeña a la culebra, y eso que solo tomaba leche, que el chico le daba a raudales porque era pastor de ovejas y la llevaba con él a pastorear y le daba toda la leche que él creía que precisaba y más. Y aquello es que era un crecer y un aumentar a diario.  Ya más grandecita comía ratones, ardillas y tolos insectos  que pillaba aunque seguía gustándole, lo que más, la leche, y todo lo echaba en crecer y cada vez más tenía que comer más pa alimentar aquel cuerpo que empezaba a agrandarse de forma exagerada. 

Alfonso también se hacía mayor y fue llamado a filas, y sintió mucho tener que abandonar el pueblo, los amigo, la familia, la culebra..., porque nunca había salido de allí ni se había separado de su familia ni de la culebra, ni la culebra de él y la tuvo que dejar. En casa no querían tener ese bicho, y la dejó suelta por el campo. El animal tenía que comer, a ver, como todos, y por ella misma tenía que buscarse el sustento, así llegó el día, y como se estaba haciendo tan grande, pues, empezó a atacar corderos y las crías de las caballerías, o séase, del ganado de labranza... y en fin que echó un cuerpo a lo largo y a lo ancho que pa qué.  Los vecinos empezaron a llamarla la culebra asesina, y salieron a darle caza, pero no hubo manera, no se dejaba ver.
Y en un permiso de Alfonso le pidieron todos que había que matarla, porque eso era un peligro y que algún día iba a ocurrir una desgracia, pero él como que no tenía valor, tal era el cariño que le tenía, pero a ver, tuvo que hacerlo el muchacho, y fue en busca de ella, pero la culebra parece ser que ya no lo conocía, y huía.  El chico se acordó de que acudía a su silbidos, y silbó y salió, pero no debió reconocerlo, porque así como apareció desapareció, el chico vio su cabeza entre las copas de los árboles, en un visto y no visto... Menuda impresión. Afonso se asustó al ver aquella cabeza de dimensiones monstruosas ¿cómo había podido agrandarse tanto el animal?

Entonces, dicen que se fue a por un caldero de leche, una lanza y un espejo grande, puso el caldero delante del espejo, y él se escondió detrás. Silbó, silbó y el bicho fue atraído por el silbido y por el olor de la leche a la vez que se miraba en el espejo, el animal, creyéndose que había otra culebra se quedó plantificada delante del espejo retorciendo el cuerpo y moviendo la cabeza a un lado y a otro y de repente se cegó con los rayos del sol que chocaban en el espejo y en ese momento  salio Alfonso,  y con dolor de su corazón, le clavó la lanza y le dio muerte y, había sido tal el sentimiento del chiquillo que con tanto cariño la había cuidado y criado que le invadió una pena mu grande por haberla tenido que matar y dicen que buscó refugio en la Iglesia que le pedía a la Virgen piedad para él y para el animal y le contaba a la Virgen del Camino el agradecimiento del pueblo y la poca culpa que había tenido la boa, que se quedó sola y de comer lo que comía, porque la serpiente qué iba a saber si hacía bien o mal, si daba miedo o no a las personas si se había criado con una persona...

Y, eso, que se había hecho pero que mu grande y tenía que comer..., y por la rareza del bicho y tamaño que hasta resultaba bonita y todo, pero que llegó a ser temible, jamás en la vida habían visto un ofidio de semejante tamaño ni cosa parecida que se  conociera..., y se acordó que se disecara y se colgara allá en la Ermita como donación en agradecimiento por, no haber causado víctimas humanas, por los siglos de los siglos.

Aunque había quien contaba que la culebra había matado a varias personas. Esto era lo que mas miedo me daba, porque ¿y si era verdad? Pues eso, que el pueblo estaba atemorizadico, mire usté y yo también, sin haber vivido en ese pueblo, cuando me lo contaba mi difunto... ¡válgame Dios qué de miedo pasaba!  No quiero ni acordarme ya. Y, hasta aquí puedo contar, ya no sé na mas.  

El caso de la viga-culebra (11ª parte

-¡Jesús Señor Celia! hay que ver lo que sabes, cualquiera lo diría y encima que lo hayas tenido guardado para ti sola sin contárselo a Dios ni a nadie -exclama la señora alcaldesa.

-Las cosas de mi difunto señora, las llevo yo mu dentro, todas, todas, vamos que si no hubiera sido lo de esta noche, esto hubiera muerto conmigo, ya lo creo. Pero miren ustedes, también me ha gustado mucho poder contarlo aquí porque, al parecer, es hasta necesario que cada quien diga lo que sepa.  Y para esto a ver quién no está dispuesto, yo desde luego sí, ya lo han visto, y ya lo han oído.  Y miren que saben cómo me las gastos yo, pero eso son tonterías, curiosidad y cosas sin importancia, una que se siente mu sola y ha echado esa fama, pero yo tengo mucho respeto a muchas cosas y nunca, hasta ahora  las he ido contando a nadie sépanlo todos ustedes.

-Pues si -dice Vito la salpimienta- ha sido una historia bonita Celia, como iba yo a figurarme que ibas a contar algo así. como con mucho cuerpo hija, aunque da miedo oírla, pero bueno como ha pasau hace tanto tiempo...
-Miedo hace un rato Vito, lo de ahora no es na -dice María la sabionda- quiero decir y no le quito mérito que es mu impresionante lo relatau aquí por Celia, pero eso que, en directo, el bicho es otra cosa. 
-Algo había oído de lo de la Ermita esa de Zamora- dice Asun- que tienen colgada en lo alto de una pared, lo de la culebra disecada mu grande, pero con tanto detalle  no había oído nada parecido en toda mi vida, parece una cosa del demonio, perdón señor cura, quise decir cosa de magia, de encantamiento ¿sabe usté?

-Más o menos -dice Laly- había oído lo mismo que Asun, pero na más. como lo que sabe la mayoría de la gente de aquí, que ahora me doy cuenta que no es na en comparación con lo que sabe Celia. ¡Vaya un repelús que da!

Chisca, la criada, o sea Francisca, se pregunta qué pasará para tanto misterio y ese trajín de puertas y ese aporreo al "llamador" así no hay quien duerma y se tira de la cama y mira por la ventana y contempla cómo algo parecido a un dirigible la saluda sonriendo medio borrado entre la niebla... y en un visto y no visto y de pijama, se planta en el rincón de la puerta de la cocina que da al comedor

-Endenantes se echaba agua bendita en las casas pa eso de los espíritus, susurra una vozcecita temblona

-¡Chisca! dice el señor alcalde, qué haces aquí, ¿es que no se te ha mandado a la cama?

-¡Chiquilla! Mira que lo dije, bueno, no lo dije, pero lo pensé en seguida, que pa los efectos es lo mismo, que esta va a ser incapaz de dormirse -dice la alcaldesa levantando la voz.  

-¿Desde cuándo estás escuchando Chisca? pregunta el señor cura

-Desde siempre, quiero decir, que desde que empezó a contar la señá Celia.

-Arrima una silla y siéntate aquí a la mesa, darle un poco de agua, y que se tome otro chocolate con hojaldres. Ya no se puede remediar, ya lo ha oído y no va a estar temblando de miedo ella sola en su cuarto imaginando vayan a saber ustedes qué. Estarás mejor aquí con todos ¿no es eso? 

-Sí señor cura, ¡por Dios les pido! No me manden a la cama hasta que no se vayan todos Pero, no señor, no quiero comer nada que es que no me pasa de aquí-dice señalándose el gaznate- solo un sorbo de agua y ya, y muchas gracias.

-Ea, pues si los demás están de acuerdo en que se quede así sea.


Parece ser que sí, que todos están de acuerdo en que la chiquilla se quede con ellos en el comedor.

-Gervasio, Gabriel, es que no decís nada -sugiere el señor alcalde, aquí podemos hablar todos, claro que vosotros no tenéis mucho que contar del caso.

-A mí- habla Gabriel- también me ha chocado mucho la historia de Roales, por eso, como a los demás, porque no la había oído contar nunca.

-Pues a mí me ha pasau lo mismo que dice Gabriel. Y por otro lau estaba yo pensando, señor alcalde, que si es que aquí no falta alguién mas, quiero decir que si tendrían que estar aquí presentes el médico y el maestro.

-No Gervasio, aquí ya estamos todos, no falta nadie mas, ya estamos completos con los que estamos. Seguro que el médico diría que estamos dementes y el maestro, un día sin darse cuenta, se lo contaría a los chiquillos en clase ¡ni hablar! Yo creo que con Celia, aquí presente, ya vamos bien servidos. Y disculpa Celia, pero es que con decirlo no basta, tendrás que demostrar ese silencio del que presumes y me estoy refiriendo al silencio de lo que esta noche se diga aquí.

-Ya le digo señor alcalde, bueno, ya le digo a todos que eso va a ser así, ni mu pienso decir de lo de esta noche, pues no le digo que llevo años, ya años eh, guardándolo, porque yo pa las cosas serias soy más seria que toos juntos ,y callada, que lo sepan de una vez.
-----------------
Fin de la 11ª parte

Domingos de cine

    El cine Norte era además salón de baile y teatro. Tenía muchos bancos de madera que alineaban rellenando todo el aforo, todo el espacio ...