Escribo esta mañana a la luz de la ventana de mi cuarto desde la planta 27ª de la ciudad de Shanghái. Lo que se divisa desde las alturas es inenarrable, desde lo alto pueden invadirte y lo consiguen, no sé cuántas sensaciones, entre ellas predomina la sensación de haber realizado, en catorce horas de vuelo, un viaje espacial al futuro. Y, que ese futuro está ahí mismo delante de tus ojos como una aparición surrealista perteneciente a esa otra dimensión de los sueños, aquí el futuro ya es presente.
Entre el complejo arquitectónico recién nacido, aparece el antiguo cauce reafirmando su senda milenaria. Las aguas del río Amarillo en este atardecer de agosto del 2017. El mismo río que, desde tiempos inmemoriales aún bordea la gigantesca metrópolis de este siglo XXI. Shanghái.
Cuadernos de viaje