miércoles, 15 de noviembre de 2023

6ª entrega _Lo llamaré, Tadeo_

 



... se me hace un nombre apropiado ...

Mientras Génesis, trisca unas hierbas aquí y allá, se encamina hacia el nacimiento de un manantial, persigue una lagartija, se queda extasiada siguiendo el vuelo de una mariposa, brinca peñas arriba, se come una flor y continúa correteando por su conquistado territorio, haciendo tiempo hasta que anochece para ver salir las estrellas y la enorme luna llena y las luces del pueblo en lontananza.

Mientras todo eso ocurre por la cornisa cercana a la cima de la Peña; abajo, en el pueblo, un espécimen así como ella en belleza y tamaño pero de color negro y género masculino, recorre las calles del pueblo como alma en pena, o con el alma (si la tuviera que parece que sí) en pena, pena porque según me cuenta mi primo, ha perdido a su cabra preferida (ha muerto) y, él, él, qué sabe, solo sabe que no da con ella, que él, no encuentra alivio ni quitapesares aunque le hayan presentado alguna “chica-nueva.”
Y, con el peso de su fidelidad a cuestas anda errante buscándola por las calles del pueblo y por los alrededores, entre berrido y berrido, triste, como llorando, como de duelo, y que no lleva un par de horas ni cuatro ni seis, sino que ya van unos días los que se cuentan así con el vigoroso macho negro en ese estado y, él mismo, sin atender a nada más insiste tozudo en continuar sumergido en esa onda enlutada que, según cuentan, se cree que ha perdido hasta las ganas de comer.
Y yo, escuchando esto a mi primo Manolo-Carrucho, esto que a él le han contado, no puedo evitar conmoverme por el sentimentalismo-humano del animal, y al instante, al igual que Tadeo, también empiezo a encontrarme al borde del llanto.
Y, yo no sé a ciencia cierta si estoy escuchando un caso real o un cuento de “erase una vez aquel tiempo en que los animales hablaban” 
Porque ¡por todos los cielos! Cómo puede ser tan bonito, algo tan triste…

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