sábado, 9 de abril de 2016

El caso de la viga-culebra (11ª parte

-¡Jesús Señor Celia! hay que ver lo que sabes, cualquiera lo diría y encima que lo hayas tenido guardado para ti sola sin contárselo a Dios ni a nadie -exclama la señora alcaldesa.

-Las cosas de mi difunto señora, las llevo yo mu dentro, todas, todas, vamos que si no hubiera sido lo de esta noche, esto hubiera muerto conmigo, ya lo creo. Pero miren ustedes, también me ha gustado mucho poder contarlo aquí porque, al parecer, es hasta necesario que cada quien diga lo que sepa.  Y para esto a ver quién no está dispuesto, yo desde luego sí, ya lo han visto, y ya lo han oído.  Y miren que saben cómo me las gastos yo, pero eso son tonterías, curiosidad y cosas sin importancia, una que se siente mu sola y ha echado esa fama, pero yo tengo mucho respeto a muchas cosas y nunca, hasta ahora  las he ido contando a nadie sépanlo todos ustedes.

-Pues si -dice Vito la salpimienta- ha sido una historia bonita Celia, como iba yo a figurarme que ibas a contar algo así. como con mucho cuerpo hija, aunque da miedo oírla, pero bueno como ha pasau hace tanto tiempo...
-Miedo hace un rato Vito, lo de ahora no es na -dice María la sabionda- quiero decir y no le quito mérito que es mu impresionante lo relatau aquí por Celia, pero eso que, en directo, el bicho es otra cosa. 
-Algo había oído de lo de la Ermita esa de Zamora- dice Asun- que tienen colgada en lo alto de una pared, lo de la culebra disecada mu grande, pero con tanto detalle  no había oído nada parecido en toda mi vida, parece una cosa del demonio, perdón señor cura, quise decir cosa de magia, de encantamiento ¿sabe usté?

-Más o menos -dice Laly- había oído lo mismo que Asun, pero na más. como lo que sabe la mayoría de la gente de aquí, que ahora me doy cuenta que no es na en comparación con lo que sabe Celia. ¡Vaya un repelús que da!

Chisca, la criada, o sea Francisca, se pregunta qué pasará para tanto misterio y ese trajín de puertas y ese aporreo al "llamador" así no hay quien duerma y se tira de la cama y mira por la ventana y contempla cómo algo parecido a un dirigible la saluda sonriendo medio borrado entre la niebla... y en un visto y no visto y de pijama, se planta en el rincón de la puerta de la cocina que da al comedor

-Endenantes se echaba agua bendita en las casas pa eso de los espíritus, susurra una vozcecita temblona

-¡Chisca! dice el señor alcalde, qué haces aquí, ¿es que no se te ha mandado a la cama?

-¡Chiquilla! Mira que lo dije, bueno, no lo dije, pero lo pensé en seguida, que pa los efectos es lo mismo, que esta va a ser incapaz de dormirse -dice la alcaldesa levantando la voz.  

-¿Desde cuándo estás escuchando Chisca? pregunta el señor cura

-Desde siempre, quiero decir, que desde que empezó a contar la señá Celia.

-Arrima una silla y siéntate aquí a la mesa, darle un poco de agua, y que se tome otro chocolate con hojaldres. Ya no se puede remediar, ya lo ha oído y no va a estar temblando de miedo ella sola en su cuarto imaginando vayan a saber ustedes qué. Estarás mejor aquí con todos ¿no es eso? 

-Sí señor cura, ¡por Dios les pido! No me manden a la cama hasta que no se vayan todos Pero, no señor, no quiero comer nada que es que no me pasa de aquí-dice señalándose el gaznate- solo un sorbo de agua y ya, y muchas gracias.

-Ea, pues si los demás están de acuerdo en que se quede así sea.


Parece ser que sí, que todos están de acuerdo en que la chiquilla se quede con ellos en el comedor.

-Gervasio, Gabriel, es que no decís nada -sugiere el señor alcalde, aquí podemos hablar todos, claro que vosotros no tenéis mucho que contar del caso.

-A mí- habla Gabriel- también me ha chocado mucho la historia de Roales, por eso, como a los demás, porque no la había oído contar nunca.

-Pues a mí me ha pasau lo mismo que dice Gabriel. Y por otro lau estaba yo pensando, señor alcalde, que si es que aquí no falta alguién mas, quiero decir que si tendrían que estar aquí presentes el médico y el maestro.

-No Gervasio, aquí ya estamos todos, no falta nadie mas, ya estamos completos con los que estamos. Seguro que el médico diría que estamos dementes y el maestro, un día sin darse cuenta, se lo contaría a los chiquillos en clase ¡ni hablar! Yo creo que con Celia, aquí presente, ya vamos bien servidos. Y disculpa Celia, pero es que con decirlo no basta, tendrás que demostrar ese silencio del que presumes y me estoy refiriendo al silencio de lo que esta noche se diga aquí.

-Ya le digo señor alcalde, bueno, ya le digo a todos que eso va a ser así, ni mu pienso decir de lo de esta noche, pues no le digo que llevo años, ya años eh, guardándolo, porque yo pa las cosas serias soy más seria que toos juntos ,y callada, que lo sepan de una vez.
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Fin de la 11ª parte

Domingos de cine

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