sábado, 9 de abril de 2016

El caso de la viga-culebra (8ª parte.

El señor alcalde abre el portón, y Celia, envuelta en la toquilla, en un visto y no visto se cuela por la puerta entreabierta, que ni tiempo le dio a abrir la puerta en condiciones, y en un tris, se plantificó en el mismo comedor.  

-Pues nada, antes que nada buenas noches tengan ustedes ¡hay que ver lo calenticos que están aquí! Y yo..., era eso lo que le oí contar a mi difunto muchas noches, porque el joio me lo contaba en esas noches de airón que no se pue ni dormir, por los bramidos del aire, y yo, entre el miedo de la culebra y los silbos del airón me apretaba a él, ¡buah! Unos achuchones que no vean, pero a él le gustaba.., y cómo le gustaba..., bueno como recordarán ustedes él se crió en ese pueblo de Roales,  y lo oyó contar mil y una vez, y de lo poco que se acordaba, porque era pequeño cuando salió de su pueblo pa irse de ..jornalero..pa la siembra, la cava la siega y lo que hiciera falta y saliera por tola ancha Castilla y ya no volvió más por su pueblo, pues luego me lo plantificaba a mí, en la cama, en esas noches que ya les digo no se podía ni dormir, que buen miedo me hizo pasar, qué joio y qué majico que era, es que cuando me acuerdo de él.., señor alcalde, es que cuando me lo mientan, y cuando lo tengo que mentar..., y no darme ni un hijo, hay que ver, Señor, Señor...  Es que miren ustedes yo, es que yo lo quería mucho, y él a mí, hay que ver lo que me quería, sépanlo ustedes no vayan a creer que no, que es que es que sí, cierto y verídico,como ya les digo a ustedes, cierto y verídico...

-¡Jesús, Señor! Replica la señora alcaldesa que no puede por menos.

-Señoras, interrumpe el alcalde, vayan a ver si no se ha acostado la criada, y si se ha acostado, preparen ustedes mismas otra chocolatera, traigan otra bandeja de hojaldres y un servicio más para Celia, que esta que está aquí no se va, de momento, para casa, se irá cuando nos vayamos todos y cuando demos por terminada la noche, y mucho me temo que va a ser larga, conque ¡hala!

-Pues que venga Celia también -dice la señora alcaldesa- no vamos a perdernos todo eso que está contando.

-Eso, eso -dicen a la par María y Vito- que se venga a la cocina.

-Que nos siga contando esas cosas -dicen Asun y Laly un tanto abrumadas por la inesperada y sorpresiva parrafada de Celia.

-¡Chitón! -replica el señor alcalde- lo que está contando tendrá que callarlo y no respirar hasta que estemos todos, otra vez, sentados alrededor de la camilla empezando por cómo es que sabía de lo que se estaba hablando aquí, aunque ya nos lo imaginemos todos.

Gervasio, Gabriel, Santos, Rufo y hasta el alcalde, los cinco, están que no paran en la silla, con esa risa incontrolable que les ha contagiado a todos...que no pueden ni aciertan a hablar. El alcalde se esfuerza y pasados unos minutos largos, consigue ese empaque  que él cree tan suyo.

-Vamos, vamos a ver si nos ponemos serios de una vez y luego, cuando terminemos la conversación nos reímos si es que hay algo o va a quedar algo de lo que reírse cuando terminemos la tertulia y que haga gracia y que además tenga gracia, pero dudo mucho que supere la entrada y la explicación de Celia que nos la ha echado en el comedor como si fuera una vomitona en escopetazo. Y por más que quiero, no puedo enfadarme con ella, y menos esta noche, con esa información que dice que tiene... ya me enfadaré mañana, si hace falta, y si sigue siendo necesario, pero esta noche no puedo, me es imposible. Como os lo digo.

Apenas si el alcalde podía hablar, y los otros tampoco podían parar de reírse.

-Gervasio, Gabriel, habrá que ir a avisar al señor cura. Y preparar un servicio más de chocolate.

-¿Hasta va a tener que venir la Iglesia?

-Sí, hasta eso, ya estáis andando, llevaros el farol aunque a Celia no le ha hecho falta ninguna que se diga...

Domingos de cine

    El cine Norte era además salón de baile y teatro. Tenía muchos bancos de madera que alineaban rellenando todo el aforo, todo el espacio ...